Alcácer, ese pequeño detalle
jueves, abril 02, 2015
No sé, puede. Algunas mañanas me
levanto pesimista y me niego a creerlo; otras, por el contrario, irradio
optimismo y arde en mí la llama de la esperanza. Hoy es una de las segundas. Por
eso os digo: quizá algún día despertemos del sueño, quizá algún día alguien abra
los ojos y ¡eureka!, consiga vislumbrar que todo lo que hacemos sería una gran
mentira sin los detalles. Puede que en algún desdichado momento lleguemos a
comprender que el secreto de la vida no está en lo que se hace o se deja de
hacer, sino en el cómo se hace. Y es que los detalles son tan o más importantes
que los hechos en sí, puesto que una cosa que asemeja ser tan insignificante
como un detalle puede convertir algo magnífico en despreciable y ruin. Y
viceversa.
En eso que veía a Negredo desconsolado
rematar y rematar, sin que ningún dios se apiadase de él, me percaté de algo
terrible: «qué solo se ha de sentir el primer palo». Sin pareja de baile
blanquinegra, el primer palo no tenía nadie que le hiciera sentirse útil; al
portero le daba igual descuidar ese hueco, pues el balón no entraría por ahí. Y
es que la ausencia de Paco Alcácer va más allá de la ahora menor presencia de
“la terreta” en el once inicial. Afecta, porque la ausencia del de Torrent nos
hace perder posibilidades ofensivas, nos hace perder complejidad y eso siempre
desvaloriza lo que tienes. Un equipo con mil posibilidades puede hacer mil
goles, un equipo con cien posibilidades sólo podrá hacer cien goles; lo que
ocurra luego dependerá de la efectividad de sus jugadores. Prueba de este
aumento de posibilidades es que, nada más entrar en el partido frente al Depor,
Alcácer marcó. Y también mojó frente al Elche. No le hicieron falta ni los 90’
que dura un partido para hacer feliz, por dos veces, al primer palo. Para
muestra, un botón.
El equipo notó la baja del
valenciano también en el juego. Un delantero que baja constantemente a combinar
con los centrocampistas hace crecer la fluidez del juego, hace más eficaz — y a
veces incluso también más vistoso — el proceso de creación de juego. En un
equipo en que el máximo goleador es un mediocentro creador, que no extrañe que
el delantero sea el creador de juego. Además, su constante presión a los
defensores rivales y también al mediocampo rival hace de él una pieza
imprescindible del engranaje de presión che. Que sí, un jugador que está
corriendo constantemente de un lado para otro se nota, pues si corre con
sentido, puede llegar a parecer que hay sobre el verde más jugadores
blanquinegros que rivales. Pero esto, a la vez que un pro, también es un
contra, dado que si el jugador corre más de la cuenta, no rendirá al mejor nivel
más allá del minuto 60 del partido; y eso el equipo también lo nota.
Aunque lo que a nosotros nos
interesa del de Torrent son los goles, igual que los esperamos de Negredo, su
aportación va más allá de tirar la caña en el momento justo. También significa
descoyuntar las líneas defensivas rivales abrazándose al primer palo, mareando
a la zaga rival y creando incertidumbre, sin que sepan por dónde les caen los
golpes — es decir, más oportunidades de marcar para todo jugador que ronde el
área rival —; significa bajar a combinar con la sala de máquinas y
hacer que la presión valencianí tenga un sentido. Significa más complejidad y
más posibilidades, que todo aquél que esté a su lado se pueda beneficiar de su
trabajo sin necesidad de tener que pagarle por ello y que, en conjunto, el
ataque valencianí se dinamice. Pequeños detalles.
No amigos, la aportación de
Alcácer no es baladí. Hay una serie de detalles que le hacen ser un jugador
necesario para un fútbol complejo y dinámico, un fútbol de combinar, de entrar
jugando hasta la línea de gol, al igual que un fútbol de agarrar a los rivales
a la contra, con balones al hueco y cogiéndoles rápidamente la espalda. Todo
esto sin olvidar que el valenciano tiene el don de estar siempre en el lugar y
hora adecuados: un fútbol de casualidades. Y aquí es donde el primer palo
agradece la vuelta de Paco Alcácer; demasiado tiempo sólo no es bueno para
nadie, ni siquiera para un palo.
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