Siempre he desechado el azar por antonomasia. Quizá sea por el ateísmo que respiraba en mi hogar o por el pensamiento científico inculcado en las clases, pero en mi esquema mental la teoría de acción-reacción cala mucho más hondo que cualquier casualidad. Con Parejo de baja, los focos fijarán su atención en un portugués que algunos tachan de casualidad, que en sus botas porta la mejor reacción para la peor lesión y que deberá alzarse como protagonista en el Madrigal si no quiere que el submarino rival torpedee mis convicciones. Es tu turno, André.

Con el mismo sistema por bandera en lo que llevamos de campeonato, Nuno se abonó al 4-3-3 de Fuego-André-Parejo para dotar al sistema de su tan preciado equilibrio, pese a que la primera idea del luso cuando llegó a Valencia fue la de alinear un 4-4-2 con dos referencias arriba. La falta de conceptos defensivos de los dos arquitectos del juego en pretemporada obligó al técnico a pegar el cerrozajo con el asturiano. Sobre esa base se confeccionó una plantilla que veía como llegaban refuerzos como Zuculini y Filipe Augusto que se perdían en la propia indefinición de su puesto. Y es que el 4-4-2 se sostiene sobre los dos pilares del centro del campo, uno con más vocación ofensiva pero con capacidades defensivas (véase Baraja) y otro con una más clara demarcación defensiva que el fútbol moderno ha obligado a que también sepa sacar el balón jugado, un seis, lo que antaño vendría siendo Albelda, pero con más calidad. En ese esquema Zuculini y Filipe Augusto se redefinen para dar sentido a su juego, pero en el 4-3-3 se pierden en uno océano de dudas marcadas por su rol en el verde. Con el brasileño la prueba está en Riazor, aunque es cierto que los errores de un partido aislado no bastan para convertirlo en evidencia. Con Zuculini, el método científico se antoja complicado si sigue fuera de las convocatorias. 

Si yo fuera Marcelino contemplaría tres escenarios distintos dentro de la arquitectura rival. El primero y más lógico pasa por que Nuno repita la alineación habitual y vuelva a darle un voto de confianza al jugador que el año pasado encarnaba el ideal nunista en Rio Ave, Filipe Augusto. Una segunda oportunidad con aires de ultimátum que puede consumarse si los amarillos nos hunden el invento. El segundo pasa por un cambio de sistema virando hacia un 4-2-3-1. Retrasando a Gomes a la altura de Fuego y colocando un mediapunta que sea capaz de bajar al centro para subir el esférico al área rival, algo que en los últimos partidos no ha terminado de funcionar y que se suplía a base de carreras por banda en las piernas de Piatti y Rodrigo. Dentro de ese mismo planteamiento, el propio André podrá ser el mediapunta y Filipe acompañar a Fuego en un rol más defensivo que el planteado en tierras gallegas. Replegaditos y a la contra. El último escenario se plasma en forma de 4-4-2, ese paradigmático esquema en el que todos nos imaginamos al famoso tridente. Ya sabéis, Negredo y Alcácer arriba con Rodrigo mordiendo por banda. Seamos realistas. Dada la actual condición física del madrileño, descarto que salga de inicio, así que si el entrenador apostara por la doble referencia arriba, Alcácer y Rodrigo serían la pareja elegida, dejando que a la función entrará Feghouli por la puerta derecha.

Sea cual sea la alineación de inicio, la idea es que dicha acción deje sin reacción al técnico rival. Igual que la lesión de Parejo debe confirmar la capacidad de André Gomes para llevar la batuta del equipo. Si el portugués desaparece del centro del campo, la estructura se cae, porque el resto de actores no tienen la capacidad del 21 para vislumbrar el juego. Con Dani en fuera de juego, André se queda sin pareja de baile igual que el propio Parejo en Riazor. Ya sabemos como acabó allí la historia. Si André se confirma como reacción e insulta a la casualidad, en Villareal tiene un gran problema, y se de unos cuantos que nunca pensaron que se divertirían tanto dentro de una jaula.