Nada que defender
lunes, abril 06, 2015
Al filo de la media hora de partido, el realizador decidía mostrarnos en "slow motion" a Nuno indicando a sus jugadores que enviaran balones aéreos a los delanteros para, presumiblemente, sortear la presión a la que los mediocentros del Villarreal estaban sometiendo a sus pupilos. Balones largos que se perdían en un océano de espacio en el que Alcácer esperaba sentado en una pequeña barquita de madera, pescar algo de valor que sacara de su equipo del "slow motion" mental que estaba demostrando sobre el verde. Al chico le salió barba de esperar un balón en condiciones que llevarse a la boca.
El técnico portugués planteó el mismo partido que le dio el triunfo en el Madrigal. Replegados atrás, formando un bloque sólido que no concediera ocasiones y con hombres rápidos buscando el contraataque como recurso para generar peligro. Y aunque ganaron 0-3, ni lo uno ni lo otro. El Villarreal hizo temblar las piernas de Alves, pero Uche y Gio llegaron al encuentro con la escopeta sin calibrar, y por su parte, el Valencia tampoco fue capaz de meter miedo aprovechando que los de Marcelino se volcaban en busca del gol, quizá demasiado "alegremente". Fue el balón parado y Mustafi los que decantaron la balanza del costado valenciano.
El partido de hoy ha sido un calco al de aquella tarde en Castellón, con la salvedad de que la delantera del Villarreal no ha sabido o no ha sido capaz de generar mayor peligro sobre la meta del arquero brasileño. El resto, más de lo mismo. Todo conato de ataque tocaba a su fin cuando uno de los integrantes de la zaga obedecía a su técnico y mandaba esos balones largos hacía aguas internacionales para perderse en el olvido del que no llega a nada. Cuando esa zaga conseguía liberarse de la primera línea de presión y poner un balón en condiciones al doble pivote ofensivo, cabían dos posibilidades: 1) Que el esférico lo cogiera Parejo y acabara en las botas del rival fruto del empanamiento mental que el de Coslada nos brinda cada cierto tiempo, o 2) que la redonda fuera para André y consiguiera deshacerse de un mar de rivales para lanzar esa zancada que tanto le gusta a la hinchada y poder lanzar un ataque en condiciones. Todo demasiado complicado, y más si a la ecuación le unes la falta de inspiración de tus extremos.
Pese a todo, la entrada de Rodrigo en los últimos veinte minutos aportó algo de frescura y dinamismo a un ataque estéril durante todo el partido, que a punto estuvo de ver como el primero de sus misiles torpedeaba el submarino amarillo. Nuno tampoco se atrevió a jugar con dos puntas cuando dio entrada a Negredo sacando del campo a Alcácer, una decisión quizá demasiado conservadora teniendo en cuenta que juegas en casa, que uno de tus rivales te ha superado en la clasificación, y que el otro se está dejando la vida por darte caza. Una decisión tan conservadora como el propio planteamiento del partido.
Polémicas aparte -se reclama un posible penalti a Negredo y una mano que hubiera supuesto la expulsión de Mario Gaspar- el Valencia salió a defender y eso fue lo que consiguió, mantener su puerta a cero sin excesivas complicaciones. La cuestión está en mirar la clasificación al final de esta jornada y preguntarte si realmente tenías algo que defender cuando aún no has logrado ninguno de tus objetivos, y si quizá hubiera valido la pena asomar el peluquín por encima de la trinchera para seguir soñando. Pero esta vez a Otamendi le va a hacer falta algo más que la mano para otear un horizonte que ya se aleja demasiado. Y los sueños, sueños son, pero toca hacer los deberes en lo que resta de semana si no queremos que los sueños, se tornen en pesadilla.
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