Petardos y leyendas
sábado, agosto 08, 2015
El verano es la época más larga del año. No es algo
que pueda demostrar de forma científica, es simplemente como yo lo siento. Mi
verano no empieza con el solsticio, ni con el fin de exámenes. Para mí el
verano es el tiempo que paso sin visitar Mestalla. Es calor, horchata, paella,
rumores de fichajes y alguna noche de borrachera. En Valencia en verano
quemamos la primera falla del año -entendido como curso futbolístico, ya saben,
no cumplimos años sino temporadas-, varias veces. "¿Ahora nos traen a
Fulanito? ¿Y con este manta vamos a conquistar Europa?" Y entre
comentarios de cenizos y picaduras de mosquito van pasando los días.
Afortunadamente entre el final de una temporada y el
comienzo de la siguiente se disputa en Mestalla el Trofeo Taronja, que en los
últimos años ha tomado el formato de partido único entre el Valencia y un
equipo invitado, que últimamente o es italiano o es el Olympiacos. Las ganas de
conocer a los nuevos fichajes y, sobre todo, las ganas de Mestalla hacen que
los aficionados llenen las gradas del vetusto estadio de la avenida de Suecia.
Cada noche de Taronja es especial. La ciudad recibe al
Pueblo de Mestalla con los brazos abiertos y un calor agobiante. Las carreteras
que vienen de las playas se colapsan porque nadie quiere perderse el
reencuentro con Mestalla y todo el mundo vuelve por un día de sus lugares de
veraneo. La silueta del estadio se dibuja en el horizonte mientras una sonrisa
hace lo propio en la cara de cada aficionado. El bar, la plaza de la afición,
la gente... hace casi dos meses que no los ves, y son tantos momentos
compartidos... ¡Una ronda para celebrarlo, que 'això ho pague jo'!
El Taronja no siempre fue a partido único. En sus
primeras ediciones solía ser un triangular, y en un par de ocasiones lo
disputaron cuatro equipos, con semifinales, final de consolación y final. La
primera vez fue en 1976, una de las ediciones más recordadas del torneo
estival, pues en ella debutó Mario Alberto Kempes.
De Rosario Central al Taronja
El Matador llegó a Valencia en agosto del 76, apenas
unas horas antes de las semifinales del Trofeo Taronja entre su nuevo equipo,
el Valencia CF, y el CSKA de Moscú. Marito fue titular y las gradas ardían en
deseos de ver a su nueva estrella. Hablaban maravillas de él en Argentina y por
eso Pasieguito cruzó el charco para traérselo.
No fue su noche. Quizás fue el jet lag, quizás sintió
nostalgia de Bell Ville... el hecho es que Kempes falló aquella noche todo lo
que pasó por sus pies, incluido un penalti en la tanda que dio el pase a la
final a los rusos tras el 2-2 del tiempo reglamentario. Ya por aquel entonces
éramos una afición de pirómanos y los que asistieron aquella noche al debut del
Matador quisieron quemar la falla antes de tiempo tildándole de petardo.
La primera impresión no siempre es la válida y
Mestalla poco tardó en enamorarse de aquel joven y melenudo ariete argentino.
Conquistó el Pichichi en sus dos primeras temporadas, justo antes de darle a su
país con la puntera su primera Copa del Mundo. Copa, Recopa, Supercopa de
Europa. Kempes goleó y el Valencia soñó. Los cimientos de Mestalla todavía
tiemblan al grito de miles de aficionados cuando Marito cogía el balón y
arrancaba hacia el arco contrario: "¡Keeeeeempes, Keeeeeempes!"
Este
sábado Mestalla volverá a llenarse de aficionados ávidos de éxitos de su equipo
como lo estaban los del 76. Volverá a estar Kempes, aunque esta vez ejercerá de
maestro de ceremonias y las nuevas caras serán los Bakkali, Danilo, Ryan y
Santi Mina. Que tengan un aciago debut y que los petardos de hoy sean las
leyendas del mañana. Quizás sea demasiado pedir, pero las noches de verano
están para soñar.
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