Gritar, pelear, respirar

jueves, agosto 27, 2015

Foto vía: Carla Cortés (@noaasoka)
Un grito recorrió el mundo el pasado martes poco antes de las nueve de la noche. Habían pasado solamente tres minutos desde que el balón comenzara a rodar en una tarde monegasca que se convertía en noche eterna valenciana, como si hubiéramos vuelto a la ruta del bakalao. No fue un bramido cualquiera, fue un grito uniforme, superlativo, que venía de lejos recogiendo la tradición de un sentimiento que nació una 'Nit del Foc' del siglo pasado pero cada día está más joven.

Así fue. El Valencia se presentaba en el Louise II de Mónaco con una renta de dos goles, acompañado por un millar de valientes seguidores que convertirían el estadio del adversario en un pequeño Mestalla, como ya lo fue en la Supercopa de 2004. Lo fácil, quizás lo esperado, hubiera sido salir a encerrarse, especular con el resultado y buscar alguna contra para sellar la clasificación. Pero Nuno tenía preparada otra puesta en escena: la de un equipo grande, que quiere volver a le élite sin agachar la cabeza, mirando a los ojos a quien esté enfrente, sea quien sea, con cara de asesino encarnada en una mueca de Enzo Pérez. "Estamos acá para haceros temblar", susurrará el argentino en la oreja de la estrella del equipo rival.

Los mil valencianistas caldearon el ambiente y el himno de la Champions se encargó de enchufar definitivamente a los de Nuno. Salieron a morder, la línea de presión alta, altísima, casi tanto como el cielo. Antes de cumplirse el minuto de juego Subašić sacó la primera ocasión ché, un remate de Mustafi tras un córner botado por Rodrigo. Tres minutos bastaron para que la fuerte presión diera sus frutos. Fabinho trataba de apoyarse en su central, Raggi, cuando Negredo se interpuso en la trayectoria del balón para, tras avanzar unos metros y adentrarse en el área, ejecutar con mimo y delicadeza su obra de arte favorita: el gol. ¡Y qué gol! Preciosa y precisa vaselina que terminaba con el cuero colándose por la escuadra y la eliminatoria encarrilada, factor sorpresa mediante. Entonces el valencianismo gritó. En Mónaco, en Valencia y en tantos rincones del mundo como valencianistas hay repartidos por el globo.

Después del frenesí inicial había que ponerle pausa al partido. Mustafi y Vezo mantenían a raya a los atacantes monegascos y el centro del campo funcionaba como una máquina. Es fácil con tres jugadores del nivel de Javi Fuego, Enzo y Parejo si cada uno juega en su sitio, si las funciones están claramente delimitadas. El asturiano anclado unos metros por delante de los centrales, tapando cualquier posible vía de escape, oxigenando, dando una lección de equilibrio y lectura del juego. Delante suyo, dos interiores: Enzo Pérez, que por fin pudo brillar, y Parejo, que aunque no fuera su noche sigue siendo imprescindible en este Valencia. El argentino sí tuvo su noche: recuperó balones, distribuyó, condujo con criterio dando salida al juego, conectó con Rodrigo y con Gayà... Fue uno de los mejores jugadores del encuentro hasta que Nuno lo retiró en el 77.

Negredo acunaba cualquier balón que le llegara, lo bajaba al verde y lo dejaba en pies de Rodrigo, en ocasiones, y de Feghouli, sobre todo. El argelino no paró de correr en todo el partido. Hiperactivo, pero acertado. Fue un derroche. Desactivó por completo a Kurzawa, quien a priori era una de las mayores amenazas del conjunto de Jardim. No es que le ganara el duelo, es que no lo hubo. Soso volvió loco al lateral francés, quien debió haber sido expulsado por un codazo a Negredo, cometiendo Rizzoli la primera de las tropelías con las que castigó al Valencia durante todo el partido.

En el minuto 16 Ryan falló en una salida a un balón por alto y la jugada, tras falta a Gayà, acabó en gol del Mónaco. El Valencia siguió el plan trazado, sin ponerse nervioso, haciendo un partido serio, que era lo que se necesitaba. Los minutos fueron pasando mientras el Mónaco aumentaba su actividad para tratar de conseguir el gol que le metiera en la eliminatoria. Lo logró en el 74, a la salida de una falta, con un nuevo error de Ryan y otro de Rizzoli. Elderson en fuera de juego ponía el 2-1 en el marcador y un nudo en la garganta de todos los valencianistas.

Los últimos minutos del partido y de la eliminatoria se hicieron eternos. Sobraron nervios en los futbolistas, faltó pausa, quedarse el balón. Pero se supo sufrir y el Valencia aguantó el resultado, a pesar de los seis minutos que, sin justificación, decidió añadir el árbitro italiano.

El Valencia gritó pronto, gritó fuerte como diciendo: "Eh, hemos vuelto, somos el Valencia y no tenemos miedo a nada". Luego peleó, peleó durante 96 minutos para poder respirar el aire puro de la cima conquistada. El Mónaco, cuartofinalista en la anterior edición, ya ha sucumbido. Que pase el siguiente.

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