El pibe de la eterna sonrisa
miércoles, julio 15, 2015
Un tres de noviembre de 1979 nacía a orillas de Río cuarto, al sur de la provincia de Córdoba, un mago que poco tenía que ver con los convencionales, este mago no hacía trucos de cartas, ni tan siquiera se permitía utilizar las manos para sorprender a la gente, no era un ilusionista (aunque muchos alucinaran con lo que veían) ni tan siquiera un escapista, él era Pablo César Aimar, un mago que utilizaba los pies para hacer magia y el balón como utensilio para levantar a la gente de sus asientos.
Desde bien pequeño al Cai de Rio cuarto se le vieron hechuras de gran pelotero, por eso marchó rápido de un equipo de su pueblo a jugar con los millonarios, era muy joven, demasiado, o eso pensó su padre, que decidió que a tan temprana edad debía estar cerca de los suyos.
Pero tanta magia era incontrolable, por eso al poco tiempo el mismísimo Passarella llamó a su padre para incorporarlo a River, no se podía esconder más, Aimar tenía que dar el salto a un equipo de verdad. Desde que llegó a River se vio lo que los más entendidos ya sabían, ahí había un diamante en bruto, una joya que había que subir al primer equipo. Y así fue como un 11 de agosto de 1996 el payasito subía al primer equipo de los millonarios, y su fútbol de toque y al espacio empezó a destacar entre grandes estrellas que venían de ganar la libertadores. Pablo se afianzó en el primer equipo, hasta el punto que le llegó la hora de cruzar el charco.
El Valencia, nuestro Valencia, se fijó en el que era en ese momento el mago más grande que había en Argentina, y cuentan las historias que el mismo Aimar fue el que se encaró con su entrenador para que le dejara coger un avión. Él sabía que no podía dejar pasar esa ocasión, era el momento de ser aún más grande, cogió un avión después de convencer a River, y el club che hizo, hasta ese momento, el mayor desembolso de su historia. Y ya saben, ninguno de los dos se arrepentiría ni un ápice.
En enero de 2001 aterrizó el pequeño media punta en Manises, con aura de gran estrella y quizá con el precio marcado a fuego en la frente (ya saben como es esto del fútbol), pero eso no le asustó, ni mucho menos, porque su carta de presentación la recordarán muchos como si fuera ayer, UCL y todo un Manchester no fueron suficientes para que el Cai no sacará la magia que atesoraban sus pies. ¿Quién no recuerda el tornado que le pasó al mismísimo Keane por encima? dudo que yo pueda olvidarlo jamás... Aimar se presentó y Mestalla empezó a pensar que había encontrado un ídolo.
Y no se equivocaban, porque justo ese año el Valencia se plantó de nuevo en una final de la UCL, volviendo a morir en la orilla, pero con la duda eterna de que hubiese pasado si a Héctor Raúl Cúper no le hubiese dado por quitar al payasito del campo (yo, personalmente, creo que tendríamos una orejona en casa.
Pero la temporada siguiente, el Valencia de Pablo César levantaba una liga que se le resistía demasiado tiempo, comandado por Benítez y liderados por los 11 de Aimar, la afición Che volvió a soñar con ser la más grande, y así fue durante unos años más, con Aimar en el Valencia se han levantado dos ligas, una UEFA... y se consiguió ser el mejor equipo del mundo en 2004. Una marca imborrable para la afición blanquinegra.
Pablo dejó el Valencia en lo más alto y se marchó con su magia a Zaragoza, donde no le salieron las cosas tan bien, dos años y un descenso pusieron fin a su trayectoria con los maños, para dar con sus huesos en el Benfica,
El 15 de julio siempre será recordado por el balón, las lesiones han podido con él y ha tenido que colgar las botas, esas que utilizaba como si fueran una varita mágica.
Desde hoy el balón ya no sonríe con la misma intensidad, desde hoy está un poco más triste. Se marcha del césped uno de los que mejor lo trató, de los que más le cuidó, porque el pibe no lo chutaba, lo acariciaba, jamás le trató mal, lo llenó de mimos. El crack de Rio cuarto sabía lo que tenía que hacer con él en cada momento, lo mandaba al hueco que solo él podía ver, cuándo sabía que habría un compañero que lo protegería, el cai enseñaba al balón cosas que ni el mismo sabía que podía hacer, el habilidoso media punta era un mago, y el balón la herramienta para hacer trucos. Por eso desde hoy, el fútbol, es menos fútbol.
Y Pablo ha pasado por varios equipos, pero en Valencia siempre será uno de los lugares donde mejor lo recordaremos, porque nadie se podrá quitar de la cabeza su debut, sus manos en la testa con el golazo en Tenerife que acercaba una liga, sus caños imposibles, su rabona mágica en el campo del Levante, y su eterna sonrisa. Esa sonrisa que sacó a cada aficionado che cada vez que vistió nuestra camiseta. Por todas estas cosas Mestalla siempre te recordará, siempre serás, un pibe inmortal. donde sus lesiones empezaron a pesarle más de lo debido, hasta el punto de estar a punto de abandonar también el equipo luso. No fue así, el pibe se recuperó para lograr con los de la zamarra roja, una liga y cuatro copas de Portugal. De ahí marchó a terminar su carrera en Malasia antes de intentar dar el último paso por su equipo del alma, los millonarios de River, cosa que al final sus malditas lesiones no le han permitido.
0 comentarios