El altar del dinero

viernes, julio 10, 2015

He visto la sonrisa de un niño haciendo caer imperios enteros; he visto dioses atropellados por una muchedumbre de mortales que creían en otros dioses; he visto castillos derrumbarse por una brisa que venía de poniente, y culturas milenarias asoladas por el mero correr del tiempo. Grandes guerreros desollados por perros huesudos y hambrientos, las bestias más feroces sucumbiendo ante el aleteo de una mariposa o el Sol siendo eclipsado por un paraguas roto, lo vi todo. Pero eso no fue lo que más me impactó. No, porque también nos he visto a nosotros, tú y yo, arruinados por el dinero; en el suelo, pobres, sin más cosa que llevarnos a la boca que dinero. Nadando en él, siendo él. Y pereciendo por la desidia de no tener más que eso.
En el mundo del dinero, el fútbol no deja de ser un ingente negocio. Cada vez con menos pátinas que lo recubran de pasión y sentimiento, cada vez más crudo: más económico y menos humano. El fútbol hace tiempo que dejó de ser el pasatiempo de unos cuantos desdichados para convertirse en una máquina de vender y comprar, de mover dinero de aquí para allá, pero también en una máquina mediática. Un increíble negocio que, como veremos, tiene un brutal impacto sobre distintos sectores de la economía y, como no, también de la sociedad.
Por tanto, los clubes de las principales ligas de fútbol, y entre ellos los de la Liga Nacional de Fútbol Profesional en España, han sufrido una fuerte transformación pasando de ser clubes deportivos que buscaban medios de financiación de su actividad a convertirse en empresas basadas en el hecho deportivo como producto, incrementando de forma significativa las vías para obtener sus recursos.
                         KPMG Sports, Impacto socio-económico del fútbol profesional en España (2015).

Ha llegado a tanto esta maquinaria que, en la temporada 2012/2013, la aportación de la Primera y Segunda División a la economía española fue de 7600 millones de euros (si sumamos el impacto directo, indirecto e inducido de este deporte); esto supuso un 0,75% del PIB de España en el 2013. O lo que es lo mismo, casi un 1% de la economía española se mueve por el fútbol. Unos números tremendos teniendo en cuenta que se trata de un espectáculo y no de una actividad fundamental para el desarrollo económico. O eso parecía. Lo más interesante de esto es que, de los 3600 millones de impacto directo de este deporte, el 76% está generado por los propios aficionados, y el resto por la actividad comercial de los clubes y por la inversión en publicidad de las empresas en los medios de comunicación. Es decir, que la gran parte del impacto económico directo del fútbol es gracias a los propios aficionados, lo que nos lleva a una primera e inevitable conclusión: sin aficionados pagando no hay fútbol.
Aquí también hay que remarcar que, la principal aportación de los aficionados a todo este impacto reside, por increíble que parezca, en el mundo de las apuestas. El fuerte crecimiento de las apuestas online (en detrimento de la clásica Quiniela) ha provocado que en tres temporadas este sector crezca en más de 200 millones de euros, hasta alcanzar un total de 924M. Un dato que no deja de reflejar como este deporte ha ido convirtiendo todas y cada una de nuestras pulsiones más profundas en un yacimiento de oro. El resto de gastos de los aficionados se pueden encontrar fácilmente en el informe de KPMG Sports, de donde se extrae toda esta información, además del gráfico utilizado para ilustrarla.

El fútbol es también una gran fuente de creación de puestos de trabajos (66 000 creados directamente y 77 000 indirecta e inducidamente), además de ser una gran fuente de recaudación del Estado (2900M en 2013); por esto último, no es de recibo que ningún equipo deba nada a Hacienda o a la Seguridad Social, pues están jugando con el dinero de todos nosotros — que no es poco —, y eso no es motivo de broma. Es por ello que cada decisión de un club de fútbol no tiene repercusiones meramente deportivas o sentimentales para los aficionados, sino también económicas, tanto a nivel de club como a nivel social. Los movimientos económicos de los clubes nos influyen más de lo que creemos.
Hay quienes sostienen que el fútbol no tiene nada que ver con la vida del hombre, con sus cosas más esenciales. Desconozco cuánto sabe esa gente de la vida. Pero de algo estoy seguro: no saben nada de fútbol.
                         Eduardo Sacheri, en Esperándolo a Tito y otros cuentos de fútbol (2000).

Con la repercusión mediática de este deporte, no es de extrañar que las empresas hayan invertido, durante la temporada 2012/2013, un total de 290M de euros en publicidad asociada al fútbol en medios de comunicación (un 44% de este en la televisión). Por su parte, los sponsors y patrocinadores de los distintos clubes invirtieron 572M en publicidad. No en vano un 54% de los encuestados por KPMG Sports considera que el fútbol tiene una gran incidencia sobre lo que ha dado en llamarse la Marca España. Los éxitos deportivos (y principalmente los futbolísticos) son los que más revalorizan este concepto, según los encuestados, por delante de la gastronomía o la cultura, y sólo por detrás del turismo. Es por ello que sponsors y patrocinadores tienen un filón en el fútbol que es difícil dejar pasar.
Si bien es cierto que este impacto mediático también puede ir más allá de lo económico, pues (según esta misma encuesta) crea hábitos saludables, lleva a practicar deporte a mucha gente y puede servir para hacer ver valores como el trabajo en equipo o el esfuerzo y la auto-superación, además de poder ser utilizado como plataforma de difusión de mensajes como el “Say no to racism” o la lucha contra el consumo de estupefacientes. Sin embargo, muchas veces esta función social queda empañada por el conjunto de intereses que rigen hoy en día al fútbol, una serie de intereses que no atienden a cuestiones sociales, sólo al negocio que hay detrás de toda reunión de gente.
El impacto del fútbol, ya sea mediático o económico, es principalmente social; por eso mismo no debemos dejar que, en la constante transformación que sufre la estructura del fútbol como deporte (y como negocio), este se deshumanice. No podemos permitir que lo mediático sirva para dirigir conciencias en lugar de concienciar, no podemos dejar que la faceta económica se haga sin tener en cuenta la faceta social; pero tampoco podemos permitir que se pierdan identidades en este camino, que se pierdan la pasión y el sentimiento, que en la constante carrera por sacar rendimiento de todo se pierda lo que realmente hace bello este deporte: el apego de una afición por sus colores, por sus símbolos y cánticos, por su identidad. No hay que olvidar que son los aficionados los que mantienen económicamente este sistema.

El mayor activo de un club de fútbol es su afición, digan lo que digan las teorías económicas. Si olvidamos eso, si vendemos nuestra alma al diablo, podemos comprobar cómo se pierde lo poco que nos queda ya. La verdad, no me gustaría ver cómo entregamos el fútbol a las garras de los que jamás supieron de él, no me gustaría ver cómo bajamos del altar al deporte para subir allí al dinero. No me gustaría volver a ver lo que ya vi.

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