Sin André no hay paraíso

domingo, octubre 19, 2014


Faltó André y se esfumó la magia. Nuno apostó por Filipe para suplir al 21 y se equivocó. El equipo vagó sin rumbo por Riazor incapaz de hilar dos pases seguidos. Y si se hilaban, Parejo la perdía. El de Coslada era la segunda clave del Valencia para decantar la balanza a su favor e hizo todo lo contrario. Mostró su peor versión, recordando a aquél chaval indeciso que no daba un pase a derechas. Un parón inoportuno, el colista afinando el sistema y una plantilla encaramada a la nube. Un cóctel llamado 3-0.

Quizá Alves no se olía la tostada, pero en el entrenamiento previo al partido se le removieron las tripas de tal manera que se quedó en el banquillo. Yoel, profeta en su tierra. Quizá sea la seguridad que el brasileño imprime en su defensa, pero hoy la zaga no ha estado a su nivel. Cierto es que hoy en el centro del campo se han perdido muchos más balones que en las anteriores jornadas, y ahí está la clave del encuentro. Filipe Augusto nunca terminó de encajar en el esquema de Nuno. Nos lo vendieron como un centrocampista defensivo capaz de tocar el balón y su primera titularidad llega como arquitecto del juego. Y la casa se vino abajo. Ni comía ni dejaba comer, Ni defendía, ni atacaba, y Fuego no llegaba a cortar cada pelota que el brasileño perdía. Pero es que su compañero de baile firmó su peor actuación en años. Parejo ralentizaba cada balón que llegaba a sus pies para, inclusive, terminar dándole el esférico al contrario. Y con un carpintero de arquitecto, y un arquitecto de vacaciones, el corazón del equipo dejó de bombear sangre partiéndose en dos. Piatti y Rodrigo vivían a duras penas de los balones rápidos que Gayà y Barragán intentaban brindarles, pero sin nadie en el centro que le devolviera una pared en condiciones, acaban demasiado escorados como para crear peligro. La tercera parte de la ecuación la protagoniza un Alcácer que brilló por su ausencia. Y no tenía otra. Paco vive del desmarque, del último pase, y sabe perfectamente que no es el tipo de jugador que puede bajar al centro del campo para fabricarse una jugada espectacular que termine en la escuadra. Necesita a sus compañeros, y sin ellos, se pierde en el olvido.
Quizá el Depor se llevó un botín excesivo, pero tuvo metida una marcha más durante todo el encuentro. Con la intensidad que tanto le faltó en el Pizjuán, los gallegos llegaban y sacaban rápido arriba todas las bolas que el centro del Valencia les brindaba. Si Fuego no llegaba, se mascaba la tragedia. No obstante el premio les llegó en forma de córner, y de gol fantasma, aunque sinceramente no me extraña que el colegiado decretara el tanto vista la repetición. En el segundo Mustafi pierde un balón aéreo frente a un excelso Cavaleiro para que Lucas Pérez debutara de la mejor forma en su estadio. Balón al segundo palo y a las redes. Yoel no estuvo nada fino.

En la segunda Nuno reaccionó. Carles Gil (por Piatti) y Feghouli (por Filipe Augusto) daban a luz un nuevo 4-4-2 con Rodrigo y Alcácer en punta. Pese al empeño del equipo, acumular muchos hombres arriba no significa que vayas a tener más gol. Solo Carles supo desbordar por su banda, pero hoy no tocaba. El Depor ejerció una estupenda presión que entorpecía a las mil maravillas la posesión del Valencia, condenándole a una impresición que daba sus frutos en el tercer tanto, obra de Toché. Muerte a un partido aciago, sin alma, y sin motor. Sin centro del campo. 

Parecía sencillo sustituir la magia del 21, y resulta que era precisamente André el que mejoraba a Parejo y hacía de enlace con los hombres de arriba. Parecía que era bueno, y resulta que era mejor. Y si no, recordar el partido de Anoeta en el que desapareció. El Valencia se encuentra con la derrota en la octava jornada de Liga y se pega un baño de realidad a orillas del Atlántico. Ni ayer éramos dioses, ni hoy somos paquetes. Bienvenidos de nuevo a la Tierra. 

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