Arrastrado por la marea

lunes, septiembre 28, 2015

Foto vía: Valencia CF
Hay una tormenta en el mar. La observas desde la orilla, indomable, admirando la bella orquesta que refulge ante tu mirada. Rayos, ecos de truenos y agua, mucha agua, en horizontal y en vertical. De golpe, una brisa te llama, te dice suavemente al oído que no, que allí no estás a salvo; que con los pies en la arena no vas a ninguna parte, que tu lugar está en medio de aquella tormenta. Sientes el impulso natural de coger una pequeña barca y ponerte a remar en dirección al ojo del huracán. Y allí que vas. Lo siguiente que recuerdas es despertarte sobre la arena mojada y con las olas rozándote las piernas cadentemente. Te levantas, sacudes la arena de la ropa húmeda y vuelves a mirar hacia el mar. La tormenta aún continúa, y vuelves a sentir el mismo impulso de ir hacia ella.
El Valencia y los valencianistas también nos hemos visto arrastrados por la marea. Mejor dicho, por las mareas. Y es que la actitud de la afición con el equipo en los partidos que se juegan de local, más allá de justificarse o no, tiene múltiples factores que la provocan. No, pitar no es la mejor manera de levantar un equipo que está abajo, pero tampoco se puede pretender aplaudir cualquier cosa y en cualquier momento, pues el aficionado también siente dolor cuando su equipo hace el ridículo. ¿Demasiado pronto para los pitos? Sólo el tiempo dirá si fue demasiado pronto o demasiado tarde, lo único evidente aquí es que el vínculo afición-equipo se ha roto, y que ninguna de las dos partes está haciendo realmente nada por volver a encontrar un consenso.
Por parte del entrenador-equipo no hay reacción. No se puede decir que Nuno haya hecho nada por «convertir los pitos en aplausos», tal como decía hace unas ruedas de prensa atrás. Es más, desde que la afición le pita, su filia por los experimentos en convocatorias y alineaciones ha aumentado. Es como si en lugar de pensar “debo convencer a esta afición de que soy un buen entrenador”, pensase “que les den a estos idiotas, ahora haré lo que me salga de la punta del n…”. Eso, quiera o no, aumenta los pitos hacia su persona. Y si a eso le unimos su característica falta de autocrítica, el luso tiene todo para ser pitado. La arrogancia nunca fue bien vista por Mestalla.
En el ámbito del juego, el Valencia deja una imagen paupérrima. No se ve nada claro sobre el verde. Antes, al menos, defendíamos bien; ahora ni eso. Pero, aún con todo, eso no es lo que más molesta al aficionado; lo que más molesta es que, además de dejar una mala imagen, los jugadores no se desgañiten en el campo corriendo y peleando cada pelota. No, encima de jugar mal, jugamos a medio gas. Caldo de cultivo perfecto para una pitada. Lo más triste de esto es que el equipo lleva así casi desde el final de temporada pasada, aunque algunos no lo quieran ver — y eso si no le sumamos la otra racha que se tuvo por octubre pasado donde el equipo no levantó cabeza casi hasta diciembre —.


Por otro lado, parte de la afición también tiene algo más que el juego en mente cuando pita. Sí, se ha metido mucha mierda radiofónica contra Nuno por la marcha de Salvo y cia, además de por la oscura relación que tiene — tanto él como Lim — con Mendes. Y bien, es cierto que las dos cosas son motivo de sospecha, pero no suficiente (en mi humilde opinión), como para pitarle en el día de la presentación. Lo justo hubiera sido darle un voto de confianza y, al ver que este nuevo modelo no funciona mejor que el otro, pitarle lo más alto que se pueda. Pero no antes, sino después, porque el daño ya estaba hecho, y pitar no iba a servir de nada en ese caso.
A esto tenemos que sumarle la política de fichajes, ahora también a cargo del luso. Una política que no ha servido, de facto, para aumentar el nivel del equipo este año, si no solamente para hacer descender la media de edad del mismo. Ah, y para gastar mucha pasta. Más allá de que los jugadores sean de Mendes o no lo sean, sus fichajes apenas han servido para aumentar la competitividad de la plantilla y sus opciones. Por el contrario, se han fichado jugadores jóvenes (muchos aún verdes, aunque con potencial, eso sí) a un precio elevado y se trata de que rindan desde el primer día como si fueran veteranos. Igual con otro entrenador esta idea hubiera funcionado, pero está claro que con Nuno no, se diga lo que se diga. Es por este caótico contexto de fichajes sin ton ni son por el que la afición también castiga al a la vez míster, director deportivo y espíritu santo. Aunque es cierto que, antes de ver a ningún jugador jugar, ya se le está atizando por su supuesta relación con Mendes. Repito: se pita después, no antes.
No sé demasiado bien qué pretenden los que quieren que se deje de pitar. ¿Pretenden que la afición gane los partidos por sí sola ante la incomparecencia del equipo local? ¿O acaso creen que la culpa de que el equipo juegue mal la tiene la afición? La cuestión es buscar excusas para todo. Tampoco sé demasiado bien qué pretenden los que pitan. ¿Quieren que el equipo juegue mejor o les vale sólo con que vuelva Salvo al palco VIP? Porque si solamente quieren que el equipo empiece a jugar bien, los pitos llegan unos meses tarde. ¿Dejarían de pitar si se fichara a Verratti o a Reus, o por el contrario pretenden que haya una política de fichajes coherente aunque sin nombres demasiado relevantes (véase Mustafi)?
Lo único que sé con certeza es que el equipo está realmente mal, tanto en juego como en actitud, y que muchas de las decisiones que se han tomado desde la directiva (auspiciadas por Nuno) no han sido acertadas para revertir nada de lo que está pasando. Es más, sólo han servido para empeorarlo todo. Y también sé que, pitando a tu equipo desde el minuto 1, no se gana nada. Los pitos de la afición han perdido fuerza persuasiva porque ya se ha pitado demasiadas veces; pero también han ganado en razón porque el equipo está en horas bajas y no reacciona para cambiar el rumbo. ¿Qué fem, pitem o mos anem?

En eso que unos quieren pitar y otros no, en eso que el equipo sigue dejando una imagen lamentable y nada parece cambiar, la marea arrastra un cuerpo hasta la orilla del mar. Es el cuerpo de nuestro club, el Valencia. Inerte, pálido, es el único que está sufriendo nuestro grotesco espectáculo. Ni se queja ni rechista, tan sólo agoniza poco a poco golpeado por la tormenta que nosotros mismos hemos desatado. Tranquilidad y buena letra para evitar matarnos a nosotros mismos. Pero nunca hay que callarse nada, sino también nos estaremos enterrando vivos. El secreto está en la justa medida.

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