Centrocampismo o barbarie
viernes, septiembre 11, 2015
- Se
equivoca. No hace falta valor para apretar un gatillo, pero sí para madrugar
cada día y vivir de tu trabajo. Habría que ver a Sonny, entonces veríamos quién
es más duro. El obrero es el auténtico tipo duro, tu padre es el tipo duro.
Lorenzo Anello, personaje encarnado por Robert De Niro
en "Una historia del Bronx", brillante cinta que el propio De Niro dirigió
en 1993, trata de transmitir a su hijo Calogero los valores de la honradez, el
esfuerzo, la integridad, el sacrificio, la decencia, la dignidad y el trabajo
por encima de la codicia, el interés o la avaricia. Si Anello viviera a orillas
del Turia en nuestros días lo tendría más fácil: con llevarlo a Mestalla a ver
a Javi Fuego liderar en la sombra y a base de sudor, sangre y cojones el regreso
del Valencia a la élite bastaría para que el chaval comprendiera aquello que
trataba de explicarle.
Lejos del brillo de los focos y cerca del fango, sin
ornamentos, sin aditivos. Erguido frente al adversario, con el cuchillo entre
los dientes, mirando a los ojos a la muerte, sonriéndole. Llamas sin artificios
donde no caben gestos dedicados a la galería. No hay lugar para la postura
ensayada ni pose para la foto. No es el alma de la fiesta. Dicen que Banega cuando
le conoció y vio de qué palo iba supo que sus días de Akuarela y Maxx pronto
iban a terminar. Javi Fuego pasa de vainas, ha venido a hacer su trabajo y lo
da todo por el mero hecho de que es su forma de vida, con ello se gana el pan.
Por ello dignifica el escudo, sin necesidad de tatuarse un rat penat en la pierna, sin brindis al sol. Con su esfuerzo, con su
entrega, corriendo y bregando.
Y es que Javi creció en Pola de Siero, donde el barro
y el sacrificio están a la orden del día. Él es un currante, como lo fueron sus
padres, como lo fueron sus abuelos. Sabe, porque lo lleva en el ADN, que nunca nadie
regaló nada a la gente como él. Mareo, adonde sus padres le llevaban cada día a
entrenar desde los nueve años, le formó como futbolista y también como persona.
Durante años fue forjando el carácter que hoy le define.
Quizás por eso sepa más que nadie valorar lo que hoy
tiene. Durante toda su carrera no ha hecho más que dejarse el alma en cada
balón dividido, creciendo a cada paso y arrastrando tras de sí la famosa
maldición de la ley concursal. Pero Javi ha dejado huella en cada ciudad que le
ha acogido. Clubes con problemas económicos en los que los aficionados siempre
agradecerán al de la Pola sus servicios y su cercanía.
Hoy, a sus 31 años, ha alcanzado la plenitud como
futbolista y es, quién se lo iba a decir, el segundo capitán de un equipo de
Champions League. Pero Javi no olvida sus orígenes, aprieta el culo y nunca se
acomoda. El trabajo le ha llevado hasta aquí y es su mayor virtud. El partido del
sábado, en su casa, allí donde creció y debutó como profesional, será sin duda
especial. Fuego pisará el césped de El Molinón con la camiseta del club donde
tan bien ha madurado. Los aficionados sportinguistas reconocerán a aquel chaval
que salió de casa hace ocho años. Lo verán ser columna vertebral en el Valencia,
pero con su incansable trabajo sabrán que el muchacho no cambió, que sólo
creció, pero sigue siendo el mismo obrero del fútbol que siendo guaje llegó de la Pola en el coche de
sus padres.
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