Silencio sepulcral

lunes, septiembre 07, 2015

Foto vía: Valencia CF
Hay un momento, justo entre la duda y la certidumbre, en que sólo hay silencio. A modo de puente, este se lleva toda duda, todo lo que nunca se dijo y cualquier atisbo de verdad consigo, lejos de nuestro pensamiento, a cualquier lugar donde no vuelvan a molestar más. No, no hay respuestas porque el silencio es norma. No, tampoco hay dudas porque el silencio se llevó las preguntas. No, ni siquiera quedan ya las divagaciones, porque el silencio borró también la imaginación. Pocas cosas quedan después del silencio que, sigiloso, asola cualquier posibilidad de algo mejor. Sin embargo y aunque parezca contradictorio, el silencio deja una certidumbre: que la verdad voló hace mucho tiempo sin que nadie se apresurara por evitarlo.
El Valencia, como cualquier otro equipo de la élite, siempre ha tenido ríos de rumores corriendo a su alrededor; rumores desestabilizadores, apaciguadores o puro humo para despistar; algunas veces aumentados desde fuera, otras veces desde dentro. Incluso hay veces que son rumores fundamentados en algo veraz. La cuestión está en que la mayoría de esos rumores se olvidan, quedan en el cajón de las anécdotas o simplemente se borran del imaginario colectivo en un acto de salud mental. Cumplen su cometido de armar revuelo llenando periódicos y espacios radiofónicos y televisivos para, después, desaparecer para siempre. Pero también hay rumores que, por el contrario, no se olvidan; se guardan como afrentas a la hombría de nosequién para sacarlas cuando convenga y volver a hacer correr la pólvora y la tinta. Nunca se nos dio demasiado bien aquello de resolver las cosas en su momento.

Pero todo cambió desde que los singapurenses se hicieron cargo del Valencia. La nueva directiva no ha entrado al trapo en ninguna cuestión con tintes de tornarse incendiaria; han llevado una política de prescindir de problemas mediáticos. A pesar de esta política, una marea radiofónica les acosó a su llegada a la capital del Turia. Este último, junto con el problema Salvo-Nuno, que trascendió los despachos para hacer correr tinta — y hacer rodar alguna cabeza también — por las calles de Valencia, son los frentes más potentes a los que se han tenido que enfrentar. Pero, a todo, los asiáticos respondieron con lo mismo: silencio.


El mutismo parece la técnica adoptada por los asiáticos para evitar que se alargue cualquier polémica. La idea es que los ríos de ruido mengüen por sí solos al no tener manantial del que seguir nutriéndose. No habrá ruido si lo que se transmite es serenidad. Esta faceta del mutismo es la positiva, la que protege al propio equipo de polémicas, la que evita que las heridas mediáticas se agranden y se dilaten en el tiempo para hacer desangrarse cualquier proyecto. El silencio entendido como muralla. Pero, como toda muralla, tiene su puerta.
Sí, la tiene. Y su punto débil reside justamente al lado del punto fuerte. Los asiáticos han confundido el no entrar al trapo en cuestiones de lucha de poder con el no dar ninguna explicación de nada de lo que ocurra. Esto, muchas veces, genera dudas innecesarias, hace que aparezcan polémicas donde no debería haberlas. Y es que hay momentos en que con una pequeña aclaración todo se solventaría; no haría falta un extenso comunicado oficial, ni siquiera una rueda de prensa. Bastaría con unas palabras de Lay Hoon, Kim Koh o el propio Nuno, que ahora adquiere una mayor dimensión. Ejemplos de estas dudas son el precio de Danilo, que aún no sabemos si es por el 100% o el 50% del jugador, o el precio de Cancelo, que debido a que nadie pone cifra firme sobre la mesa, oscila entre los 5 y los 15 millones.
Tampoco salió nadie a dar una explicación lógica a todo lo que ocurrió con Rodrigo Caio, en una de las actuaciones más ridículas que se le recuerda al Valencia en tiempo — probablemente sólo superada este verano por la chapuza del Madrid con De Gea —. Igualmente, hubiera estado bien que alguien de los de arriba saliera a explicarnos cómo quedaba el organigrama de poder en Valencia tras las salidas de Salvo y Rufete. Y ya que están, que expliquen por qué se negoció por Otamendi cuando la versión oficial era que el jugador valía 50 y que no lo venderían por menos. Al final fueron 45, una muy buena operación, pero que decepcionó a algunos porque no fueron los 50 prometidos. Es más, en el caso Otamendi no se aclaró si, antes de que el argentino montara el circo, hubo o no oferta de aumento de salario para que se quedara o no. No sabemos, a día de hoy, qué pasó con Otamendi. Lo único claro es que hoy el bonaerense no está en el equipo.
En este estado de cosas, el silencio, en lugar de aliado de los asiáticos, se torna en un peligroso enemigo para ellos. Con la sana intención de calmar los ríos de tinta que corren siempre por Valencia — muchas veces de manera innecesaria —, la nueva directiva no ha conseguido otra cosa que inaugurar nuevos ríos. Y quizás, para evitar mayores problemas, deberían revisar un poco su política de comunicación.
No se trata de pormenorizar todos los detalles de absolutamente todo a la afición — aunque esto debería ser lo deseable, la transparencia absoluta, pero si exiges eso aparecerán más de diez que te querrán cortar la cabeza por “listo” —, ni siquiera que la directiva del Valencia esté supeditada a lo que dicte el graderío. No hablo de eso. Peter Lim compró el Valencia, él pone su dinero y puede hacer con él lo que buenamente le plazca. Es triste pero es la verdad, a eso accedimos cuando le aceptamos en el proceso de venta. Sin embargo, con su dinero, el singapurense compró el club, no su afición ni el sentimiento. Y la afición está en su derecho de pedir un mínimo de explicaciones. Aunque sea un mínimo para que esta esté tranquila.

Dar explicaciones para que la gente tenga una mediana idea de lo que ocurre en el club de sus amores. Dar explicaciones para que no se puedan sembrar dudas desde fuera con tanta facilidad. Dar explicaciones para que todo sea creíble. Dar explicaciones para que el prestigio de este club no se socave tan sencillamente. De lo contrario, aunque sin deudas, estaremos cayendo otra vez en lo mismo de antes: ríos de rumores que no ayudan a nadie; pero perjudican al Valencia.

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