Piatti, que bueno que volviste

viernes, febrero 07, 2014


Pablo Piatti. Ese pequeñajo entrañable que ha reventado a base de cabezazos la autoridad impuesta por los supuestos grandes. Ese jugador defenestrado, apaleado y apartado que ha tenido que volar para rematar dos balones de oxígeno que le devolvieran el cariño de la afición. Un cariño antaño perdido, desorientado en un laberinto de ocasiones desaprovechadas, errores no forzados y ausencias inoportunas que dejaban sus siete millones de traspaso en una broma de mal gusto. Insultado por el propio club, con Pabón mordisqueándole el dorsal y robándole su 11 y del once por un triste 2. Con la silueta del patito feo tatuada en la espalda y con la sensación de impotencia de fiel compañera.
Trabajo, trabajo, trabajo, trabajo y más trabajo. Y ni un mal gesto, ni una mala cara, dedicando una sonrisa cada mañana al compañero que le comía la tostada en su banda. Es el gran fichaje de invierno. Recuerdo la lona promocional de su presentación. Su rostro infantil presidía el monasterio del Puig junto a un gran eslogan que rezaba: “Cree”. Ya nadie creía en él. Y él nos ha callado la boca a todos. Y me alegro. Me alegro de que la honradez, la perseverancia y la profesionalidad hayan triunfado en un mundo del fútbol dominado por la arrogancia y el amarillismo. Marcado por las extravagancias de personajes como Dani Alves, que aún anda buscando un psicólogo que le explique cómo nuestro duende de 1,63 de estatura le ganó aquel balón aéreo haciéndonos tocar el cielo. Duende. ¿Qué es un duende? Aparte del enano mitológico que todos conocemos y las siniestras figuritas de jardín, “tener duende” significa tener arte, poseer ese talento especial, esa chispa que te diferencia del resto de la gente, bien sea cantando, bailando o tocando la caja. Sinceramente, yo no sé si Piatti canta, baila o toca la caja, lo que tengo claro es que falló ocasiones cantadas, está bailando a defensas enteras, y que se debe de estar partiendo la caja viendo como el entrenador que no creía en él, fue destituido, mientras él lo está partiendo en el campo.
Todos hemos visto repetidas 823 veces el cabezazo contra el Barcelona. Al Camp Nou con las manos en la cabeza. A nuestro protagonista levantando el puño con la rabia del preso que se deshace de sus propias cadenas. Pero lo que pocos saben fue lo que pasó al finalizar el encuentro, dentro del vestuario, entre bambalinas. Pese a no estar entre los jugadores designados para hablar en zona mixta, los corresponsales del diario Olé argentino consiguieron arrancarle unas breves palabras a Piatti vía telefónica. Sus primeras palabras fueron “No sabes lo emocionado que estoy”. Reconoció que había sido el partido más importante de su vida, lo importante que era la victoria para la moral de la plantilla, y también se acordó de las palabras que su hermano Hernán le dedicó por teléfono al acabar el partido. El argentino hacía un pequeña pausa, una pausa repleta de emoción, con las lágrimas a flor de piel y arrancando con dificultad las palabras de su boca. Yo imagino a Piatti entrenando en solitario, con el recuerdo del avión de la gira por EEUU despegando sin él, viendo como Pabón lucía orgulloso su dorsal entre bailarinas colombianas, sintiendo como la frustración se apoderaba de sus entrañas observando como el sueño de triunfar en Valencia se derretía y escurría entre sus manos. “Mi hermano Hernán me llamó llorando. Él sabe todo lo que pasé, lo que luché, y por eso la emoción es tan grande”. A la misma hora del partido, su novia se enfrentaba al último examen de su carrera de medicina. Espero que lo haya aprobado. Porque yo quiero que Piatti se quede mucho tiempo en Valencia.

Este sábado llega el Betis a Mestalla asfixiado por la falta de oxígeno que genera la última plaza de la clasificación. Vienen desesperados, agobiados, dispuestos a comerse hasta el último trozo del césped de Mestalla. También dicen que los andaluces tienen mucho “duende”. Yo os digo que esta vez el Duende lo tenemos nosotros, y tiene arte para dar y repartir, porque esta vez y después de mucho tiempo, todos creemos en la magia. Todos creemos en el Duende. Todos creemos en Pablo Piatti.

Ignacio de Benito

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