El ídolo de los pies de barro
martes, febrero 10, 2015
Desde lo alto de una
perdida montaña se oyen los ecos de un grito desgarrador; un grito que asemeja
a canción de muerte, a trueno que sesga vidas. «No, no es el grito de un humano»,
debió pensar el único soplido de aire que reparó en la anomalía. A lo lejos,
entre escarpadas y colosales paredes copadas por árboles centenarios, un
descomunal gigante exhalaba sus últimos alaridos de vida. Tras ver cómo
lentamente se derretían sus pies y cómo se convertían en un lodazal sin que
pudiera hacer nada, comenzó a desplomarse. Caía arañando con dolor aquellas
paredes que hacían las veces de cárcel para él, sin mayor esperanza que, de
pronto, la ley de la gravedad dejara de ser una certeza. No hubo consuelo para
el coloso que, a día de hoy, todavía es pasto de cientos y cientos de
carroñeros.
Seguro que algunos de
los que han leído el primer párrafo se estarán preguntando ahora mismo: «¿a qué
coño viene semejante disparate?». Pues si os soy sincero, me lo podría haber
ahorrado; pero como todo en esta vida, tiene un sentido. Y como aquí se trata
de hablar de fútbol, pues ahora me pongo a ello. Quizás alguien no lo quiera
ver, pero este Valencia comienza a coger los mismos tintes que el coloso de
antes. Se le empieza a poner cara de edificio a punto de ser detonado por el
jefe de demoliciones. Y no me refiero a la institución, sino al sentido del
proyecto. Para entendernos mejor, vayamos por partes.
Todo proyecto, todo
plan, ha de estar perfectamente definido y articulado desde antes incluso de
ponerse en marcha. No inventando sobre la marcha, sino retocando el plan
inicial a medida que el minutero va describiendo una esfera perfecta y van
quedando a la luz las imperfecciones. A lo que me refiero es a que toda
estructura firme ha de partir de una base todavía más firme. Y aún después de
tener un plan perfectamente detallado se han de valorar sus consecuencias, cómo
nuestra ruta de viaje puede afectar a todo lo demás e incluso a nosotros mismos.
Sólo en estas condiciones un proyecto puede triunfar; todo lo demás es fruto
del azar y la suerte, que jamás aseguran que todo vaya a salir bien siempre.
Hasta aquí se puede haber entendido que estoy criticando el proyecto de Peter Lim, pero nada más allá. El singapurense llegó aquí con las ideas muy claras y actuó con la mayor presteza con la que se puede actuar con un eterno proceso de venta por el medio. Los fichajes bajo el brazo y el dinero en el bolsillo. Pero esto de tener las ideas tan claras le puede haber pasado factura. Lim, aconsejado por Mendes, no dudó en poner a Nuno al frente de su proyecto futbolístico. Hasta aquí todo sería maravilloso si Nuno hubiera tenido en su momento — y ahora — las ideas igual de claras que el singapurense.
La prensa vendió al
luso y su probable sistema táctico como proyecto de futuro, con aquella
supuesta invención del “doble 8” y su predilección por el 4-4-2 como pilares. A
día de hoy este esquema ha sido de los menos utilizados por Nuno; por el
contrario, otros esquemas como el 4-3-3, el 4-1-4-1 o el 3-5-2 han sido más
habituales sobre el verde. A esta aparente locura del orden de las fichas sobre
el tablero hay que unirle que no parece haber aclarado aún qué fichas son
mejores y cuáles peores. Denostó a Pereira por razones que todavía hoy
desconocemos — las que sean, no entraré en quién tenía la razón, pero nadie nos
quiso explicar nada —, igual que denostó a Zuculini pese a afirmar que contaba
con él. Se le han dado oportunidades a Augusto a pesar de haberse demostrado
con creces que ni se ha adaptado al equipo ni tiene aún el cuajo necesario para
estar aquí. Tampoco se le ha dado la suficiente confianza a Carles Gil como
para que se plantease quedarse. Respecto a De Paul, todavía no sabemos si está
entrando o saliendo de la dinámica del equipo.
Y esta serie de
decisiones serían perfectamente entendibles si el once titular habitual
rindiera con creces, pero aún ni en los malos momentos de ciertos jugadores
titulares tuvo el suficiente valor como para sentarles y dar una oportunidad a
otros. No sienta a las estrellas ni cuando necesitan un toque de atención. Los
cambios suelen estar más relacionados con cuestiones de sanciones o lesiones
que otra cosa. Y claro, si se permiten
ciertas cosas, los jugadores — que no hay que olvidar que primero son personas
— pues pueden recibir el erróneo mensaje de que tienen carta libre para hacer
lo que quieran. No hay que olvidar que lo fundamental para poder dirigir bien
al equipo es haberse ganado al grupo. Si el grupo percibe una falta de
autoridad o atisba alguna duda en el míster, por ligera que sea, el entrenador
perderá puntos de cara a ellos. Y si no preguntádselo a Luis Enrique.
A lo que iba. No dudo que Peter Lim tenga un proyecto, pues ha dejado muchas pruebas de ello y de su implicación en él. Lo que hay que tener en cuenta es que Nuno es parte fundamental de ese proyecto, y el luso no parece aclararse con el suyo: a qué juega el equipo. Si el proyecto de Nuno no fructifica, difícilmente lo hará el de Lim. En ese contexto — en que Lim es el coloso y Nuno sus pies —, las presiones llegan rápido, por amigo que seas del presidente o de su asesor de confianza. En este caso, Lim puede cambiar su base, como un coloso que se puede dar equilibrio a sí mismo y evitar la caída. Y esperemos que el luso se aclare pronto con lo que tiene entre manos — que parece que le viene de nuevo — o de lo contrario no tardará en convertirse en fango inservible.
A lo que iba. No dudo que Peter Lim tenga un proyecto, pues ha dejado muchas pruebas de ello y de su implicación en él. Lo que hay que tener en cuenta es que Nuno es parte fundamental de ese proyecto, y el luso no parece aclararse con el suyo: a qué juega el equipo. Si el proyecto de Nuno no fructifica, difícilmente lo hará el de Lim. En ese contexto — en que Lim es el coloso y Nuno sus pies —, las presiones llegan rápido, por amigo que seas del presidente o de su asesor de confianza. En este caso, Lim puede cambiar su base, como un coloso que se puede dar equilibrio a sí mismo y evitar la caída. Y esperemos que el luso se aclare pronto con lo que tiene entre manos — que parece que le viene de nuevo — o de lo contrario no tardará en convertirse en fango inservible.
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