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Foto vía: Valencia CF |
El Valencia y los valencianistas
también nos hemos visto arrastrados por la marea. Mejor dicho, por las mareas.
Y es que la actitud de la afición con el equipo en los partidos que se juegan
de local, más allá de justificarse o no, tiene múltiples factores que la
provocan. No, pitar no es la mejor manera de levantar un equipo que está abajo,
pero tampoco se puede pretender aplaudir cualquier cosa y en cualquier momento,
pues el aficionado también siente dolor cuando su equipo hace el ridículo.
¿Demasiado pronto para los pitos? Sólo el tiempo dirá si fue demasiado pronto o
demasiado tarde, lo único evidente aquí es que el vínculo afición-equipo se ha
roto, y que ninguna de las dos partes está haciendo realmente nada por volver a
encontrar un consenso.
Por parte del entrenador-equipo
no hay reacción. No se puede decir que Nuno haya hecho nada por «convertir los
pitos en aplausos», tal como decía hace unas ruedas de prensa atrás. Es más,
desde que la afición le pita, su filia por los experimentos en convocatorias y
alineaciones ha aumentado. Es como si en lugar de pensar “debo convencer a esta
afición de que soy un buen entrenador”, pensase “que les den a estos idiotas,
ahora haré lo que me salga de la punta del n…”. Eso, quiera o no, aumenta los
pitos hacia su persona. Y si a eso le unimos su característica falta de
autocrítica, el luso tiene todo para ser pitado. La arrogancia nunca fue bien
vista por Mestalla.
En el ámbito del juego, el
Valencia deja una imagen paupérrima. No se ve nada claro sobre el verde. Antes,
al menos, defendíamos bien; ahora ni eso. Pero, aún con todo, eso no es lo que
más molesta al aficionado; lo que más molesta es que, además de dejar una mala
imagen, los jugadores no se desgañiten en el campo corriendo y peleando cada
pelota. No, encima de jugar mal, jugamos a medio gas. Caldo de cultivo perfecto
para una pitada. Lo más triste de esto es que el equipo lleva así casi desde el
final de temporada pasada, aunque algunos no lo quieran ver — y eso si no le
sumamos la otra racha que se tuvo por octubre pasado donde el equipo no levantó
cabeza casi hasta diciembre —.
Por otro lado, parte de la
afición también tiene algo más que el juego en mente cuando pita. Sí, se ha
metido mucha mierda radiofónica contra Nuno por la marcha de Salvo y cia,
además de por la oscura relación que tiene — tanto él como Lim — con Mendes. Y
bien, es cierto que las dos cosas son motivo de sospecha, pero no suficiente
(en mi humilde opinión), como para pitarle en el día de la presentación. Lo
justo hubiera sido darle un voto de confianza y, al ver que este nuevo modelo
no funciona mejor que el otro, pitarle lo más alto que se pueda. Pero no antes,
sino después, porque el daño ya estaba hecho, y pitar no iba a servir de nada
en ese caso.
A esto tenemos que sumarle la
política de fichajes, ahora también a cargo del luso. Una política que no ha
servido, de facto, para aumentar el nivel del equipo este año, si no solamente
para hacer descender la media de edad del mismo. Ah, y para gastar mucha pasta.
Más allá de que los jugadores sean de Mendes o no lo sean, sus fichajes apenas
han servido para aumentar la competitividad de la plantilla y sus opciones. Por
el contrario, se han fichado jugadores jóvenes (muchos aún verdes, aunque con
potencial, eso sí) a un precio elevado y se trata de que rindan desde el primer
día como si fueran veteranos. Igual con otro entrenador esta idea hubiera
funcionado, pero está claro que con Nuno no, se diga lo que se diga. Es por
este caótico contexto de fichajes sin ton ni son por el que la afición también
castiga al a la vez míster, director deportivo y espíritu santo. Aunque es
cierto que, antes de ver a ningún jugador jugar, ya se le está atizando por su
supuesta relación con Mendes. Repito: se pita después, no antes.
No sé demasiado bien qué
pretenden los que quieren que se deje de pitar. ¿Pretenden que la afición gane
los partidos por sí sola ante la incomparecencia del equipo local? ¿O acaso
creen que la culpa de que el equipo juegue mal la tiene la afición? La cuestión
es buscar excusas para todo. Tampoco sé demasiado bien qué pretenden los que
pitan. ¿Quieren que el equipo juegue mejor o les vale sólo con que vuelva Salvo
al palco VIP? Porque si solamente quieren que el equipo empiece a jugar bien,
los pitos llegan unos meses tarde. ¿Dejarían de pitar si se fichara a Verratti
o a Reus, o por el contrario pretenden que haya una política de fichajes
coherente aunque sin nombres demasiado relevantes (véase Mustafi)?
Lo único que sé con certeza es
que el equipo está realmente mal, tanto en juego como en actitud, y que muchas
de las decisiones que se han tomado desde la directiva (auspiciadas por Nuno)
no han sido acertadas para revertir nada de lo que está pasando. Es más, sólo
han servido para empeorarlo todo. Y también sé que, pitando a tu equipo desde
el minuto 1, no se gana nada. Los pitos de la afición han perdido fuerza
persuasiva porque ya se ha pitado demasiadas veces; pero también han ganado en
razón porque el equipo está en horas bajas y no reacciona para cambiar el
rumbo. ¿Qué fem, pitem o mos anem?
En eso que unos quieren pitar y
otros no, en eso que el equipo sigue dejando una imagen lamentable y nada
parece cambiar, la marea arrastra un cuerpo hasta la orilla del mar. Es el
cuerpo de nuestro club, el Valencia. Inerte, pálido, es el único que está
sufriendo nuestro grotesco espectáculo. Ni se queja ni rechista, tan sólo
agoniza poco a poco golpeado por la tormenta que nosotros mismos hemos
desatado. Tranquilidad y buena letra para evitar matarnos a nosotros mismos.
Pero nunca hay que callarse nada, sino también nos estaremos enterrando vivos.
El secreto está en la justa medida.