Mestalla: cementerio de elefantes
lunes, enero 05, 2015
Permitanme que comience este
artículo haciendo referencia a una frase que ya escribí en otro artículo –
perdido en el tiempo y el espacio –, en referencia a la victoria frente al
Atlético: “Partidos en que el rival no es tal y no puede jugar solamente con el
nombre o el escudo. En Mestalla, o se pelea o se perece, debería ser el lema.
Lucha o muere, es ley de vida, la ley de Mestalla. Y hasta ahora todos han
perecido”. Quizás deba matizar el final, pues el Barça no pereció, pero estuvo
de rodillas 94 minutos. Y es que ya a nadie pasa desapercibido que Mestalla
coge tintes de fortín inexpugnable. De esos estadios a los que temen ir equipos
de toda Europa, de los que ‘fan tremolar les cames’ de los visitantes incluso
antes de pisar la alfombra verde. Estadios que se sufren, que se temen, que se
convierten en un arma más del equipo local.
Los madridistas esperaban que el
pasillo fuera de 90 minutos, con pétalos de rosa y champagne para el “adalid”,
tal como el gran filósofo de nuestros tiempos, Unai Emery, reconoció hacerles
en su momento. Sin embargo, el pasillo duró más que 90 minutos y no se pareció
en nada a lo que se esperaban los de la Meseta. La imagen que se contempla
desde el autobús del Valencia es espectacular: los jugadores valencianís ven
miles de personas en las calles dejándose la garganta antes que ruede el balón,
ven miles de guerreros dispuestos a pelear en esta batalla junto con ellos,
espada con espada; ven ilusión y sentimiento. Por su parte, si el Madrid
hubiera tenido valor de entrar por la puerta principal, los jugadores merengues
hubieran atisbado un ambiente hostil o, cuanto menos, poco favorable. Hubieran
comprendido que el Valencia no son sólo los 11 jugadores del once inicial, sino
todo un coliseo – lleno hasta la bandera – dispuesto a combatir junto a sus 11
héroes. No hay color, unos bajan del autobús con la moral más que reforzada y
sabiendo que no están solos mientras que los otros – repito, de haber tenido el
valor - se plantearían seriamente si
quedarse dentro del bus o si finalmente salir de él con un inicio de tembleque
en las piernas.
Aquí comenzó el “pasillo al infierno”
al Madrid – no recuerdo dónde leí la frase, pero no es mía; lamento no poder
citar al autor. No, este Valencia no es el que agacha la cabeza y demuestra
respeto, el Valencia que vimos es el que se hace respetar. Una cosa es jugar
fuera y otra en casa, y eso quedó bien claro en la actitud de los jugadores,
que salieron a comerse al rival, con una intensidad digna de elogio. Sin
embargo, el Madrid tiene árbitros a favor hasta en el infierno, y no tardó en
llegar el penalti a favor – que se pagaba en las casas de apuestas a 0,01€ el
euro apostado. A pesar de esto, la afición siguió presionando y el equipo,
lejos de venirse abajo (como pareció en los primeros compases tras el enésimo
gol de penalti de Ronaldo) apretó más para remontar. La intensidad con la que
jugaron los valencianís es fiel reflejo del ambiente del estadio. En un estadio
callado y frío, en que el sentimiento está guardado tras las bufandas y
camisetas, no hubiera sido posible invertir el resultado. En un estadio
encendido, con las bufandas al viento, las gargantas al máximo de revoluciones
y gente levantándose del asiento reclamando cada jugada, cada decisión
arbitral, cada gesto desafortunado del rival sí que es posible algo de tamaña
magnitud. Así se entiende que la RAE esté valorando cambiar el término
“remontada” por el término “reAmuntada”.
Y es que esta inyección de
epicidad apareció de nuevo por la Avenida de Suecia tras aquella remontada al
Basilea en Europa League, y pareció volver en semifinales del mismo torneo ante
el Sevilla, pero los andaluces tuvieron la suerte – y los árbitros – de cara
durante todo el torneo. Puede que aquella derrota uniera más a la afición, que
volvió a la realidad tras el gol de M’Bia. Por primera vez fuimos conscientes
de lo que estuvimos a punto de conseguir entre todos. Para que luego digan que
los jugadores juegan solos. La epicidad regresó para quedarse. Y es que no hay
más que ver Mestalla en todos y cada uno de los partidos que allí se han jugado
desde aquél momento hasta ahora. En lo que llevamos de Liga han pasado por el
fortín Málaga, Espanyol, Córdoba, Atlético, Elche, Athletic, Barcelona, Rayo y
Real Madrid. Sólo pudo arañar 1 punto el equipo vasco (con una táctica parecida
a la nuestra ante el conjunto merengue: superpoblación del mediocampo y defensa
rocosa, aunque con menos generación de ocasiones que nosotros) y los 3 el
equipo azulgrana, que no fue superior, pero vio cómo le sonreía la suerte tras
94 minutos contra las cuerdas.
Los partidos épicos han vuelto a
Mestalla, y tiene pinta que para quedarse por mucho tiempo. Partidos en que la
afición sufre junto a su equipo y hace sufrir al rival lo que no está escrito
para rascar lo que sea. Partidos en que el visitante llega incluso a bajar los
brazos al verse desbordado anímica y futbolísticamente. Partidos que sirven
para subir la moral a los jugadores blanquinegros y la de la propia afición
valencianista. Partidos que sirven para seguir construyendo nuestra historia,
base fundamental del sentimiento valencianista. Partidos que trascienden más
allá de los tres puntos. Mestalla debe volver a ser ese estadio dónde quedan
enterrados los sueños del visitante, las posibilidades de récord, el creerse
campeón de Liga en enero. Mestalla debe volver a ser el estadio donde las
grandes estrellas se hagan valer realmente – y no sólo marcando de penalti – y
donde los grandes equipos demuestren porqué se les considera así o si hay
fundamento para ello. Mestalla debe volver a ser no sólo un precioso campo de
fútbol, sino también un temible cementerio de elefantes.
0 comentarios