Salir del infierno

lunes, noviembre 30, 2015

Foto vía: Valencia CF
No sé, quizás valga la pena. Puede que allí al menos haya algo bonito y útil, aunque sea imperfecto y no dure para siempre. Puede que, saliendo de aquí, las cosas mejoren un poco y volvamos a sentir la magia del enamoramiento fluir por nuestras venas. Que incluso si te dijeran que mañana acaba el mundo te diera igual, porque has recobrado el brillo en los ojos y tienes de nuevo ganas de recuperar todo el tiempo perdido; como si de golpe te dieras cuenta de que nada es importante porque en realidad todo lo es. No te quedes aquí preguntándome qué hacer: corre hacia allí. Todo puede ir a mejor.
Estábamos apáticos y desganados. Ya nadie quería creer nada ni en nada. Habíamos entrado de nuevo en el ciclo de autodestrucción en el que caemos siempre que todo se va al traste, ajenos a cualquier razonamiento, porque la situación era más que evidente desde hacía bastante tiempo. Nada podía salvarnos excepto esto: el borrón y cuenta nueva. Que algo cambiara, que hubiera algún movimiento de piezas para así comenzar la reconstrucción de un edificio que ni siquiera se comenzó a construir: todo se demolió y tan sólo se pusieron los andamios. Ah, y el cartel de “obra en construcción”.
Quién sabe, igual todos nosotros estemos condenados a purgar penas y males que cometimos en vidas pasadas. Puede que todo lo que hemos pasado no sea más que el comienzo y que nos esperen años y años de más de lo mismo. Puede que el infierno de hoy sea también el de mañana. Y el de pasado-mañana. Algo hicimos mal para que todo se fuera al traste tantas veces. Algo falla cuando siempre que hacemos experimentos con gaseosa nos explotan en la cara. Algo falta cuando no hay capacidad de reacción de ninguna de las partes integrantes de este pequeño microcosmos.
El Valencia y el valencianismo siempre ha adolecido de lo mismo: mentalidad de equipo grande y planificación de equipo pequeño. Y eso cuando ha habido planificación. Porque otro de los grandes males de este club es que jamás ha pensado a largo plazo; pero, irónicamente, el corto plazo nos ha satisfecho pocas veces. Quizá seamos más de resucitar cuando nadie da un duro por nosotros, de bregar cuando hay un grupo de valientes que deciden que la reputación de este club no puede andar tanto tiempo por los suelos, de animarnos más cuando más corre a fuego el sentimiento por nuestras venas. Vamos a ráfagas, porque está en nuestros genes. Pero también porque jamás hubo alguien que dedicara toda su vida a construir esto. Jamás hubo una idea generalizada de lo que queremos, ni una unión para reclamarlo.


Siempre hemos estado rodeados de intereses, rodeados de gente a la que el club le importó bien poco y quiso venir aquí a llenarse los bolsillos. Y siempre es siempre, hoy y ayer (esperemos que mañana no). Igual que también tuvimos que aguantar a algunos entrenadores que se creyeron que esto era un banco de pruebas para reinventar el fútbol. Si tuviéramos una identidad sólida estas cosas no ocurrirían con tanta facilidad, porque no se permitirían. Pero está en nuestros genes, vamos a ráfagas. Hoy apoyo incondicional, mañana ejecución en plaza pública. Algo estamos haciendo mal cuando todos los juicios acaban en ejecución.
Por eso es importante lo que ahora decida hacer la gente de Meriton. De ellos depende nuestra suerte. Una vez desaprovechada la primera bola de partido para reestructurar la entidad y hacerla coherente y eficiente (el proceso de venta), se presenta otra oportunidad para lo mismo. Los cimientos del club han tambaleado al no reaccionar con más presteza a la pobre situación por la que pasaba el equipo. Al destituir a Nuno se abren dos frentes necesarios para el Valencia como institución: por un lado la identidad corporativa y por otro la identidad futbolística.
Si se quería alcanzar un modelo de club moderno, transparente, coherente y ganador, hasta ahora no se han conseguido. Y en buena medida a causa de los distintos intereses que ha habido dentro de la cúpula. Si se quiere conseguir que el Valencia sea un club moderno, el único interés que puede regir este proyecto ha de ser el del Valencia. Olvidémonos de la rentabilidad, de si este es de Mendes o no, de si este le cae bien o mal al míster o de si esto va a ser más caro o menos. Sólo queremos que el Valencia sea lo mejor posible y poder estar siempre orgullosos de ser del Valencia, quede como quede.
No sólo esto, sino que con el fichaje de un nuevo entrenador, en parte se pone sobre la mesa la posibilidad de una nueva filosofía de juego (ausente en la etapa de Nuno). Si queremos ser un club reconocible, también debemos jugar a algo, más bonito o menos, pero eficiente y coherente. Y aquí es donde se abre el debate de la identidad futbolística. ¿Qué somos? ¿A qué jugamos? Ese debate también se abre con el fichaje de un nuevo entrenador. Y si se planificara bien y pensando en el medio plazo, la filosofía del primer equipo se podría trasladar a la cantera, con tal de formar jugadores de forma más específica para la primera plantilla. Demasiadas cosas a tener en cuenta, ¿verdad?

Y mientras tanto nosotros, en medio del infierno de la inopia. Las pocas veces que hemos estado a punto de tocar la felicidad con la yema de los dedos hemos caído repentinamente en picado. ¿Qué queremos? Quizá lo que realmente queremos es salir de este bucle de autodestrucción. Quizá lo único que queramos sea salir del infierno y encontrar algo mejor. Pero, ¿sabéis una cosa? No es imposible si nos lo proponemos de verdad. Y, como siempre, la situación está en nuestras manos.

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