Oh la là, Domènech
viernes, noviembre 20, 2015
“Oh
la là, Domènech”, clamaba
un periodista francés tras la intervención de Jaume en el último
minuto del partido contra el Lyon en la segunda jornada de Champions.
Un comentario que mezclaba rabia y admiración a partes iguales;
frustración al comprobar que aquella noche el conjunto galo
-posiblemente el equipo con el que simpatizaba el comentarista- no
iba a ser capaz de batir al guardameta blanquinegro ni aunque le
chutaran tres balones a la vez, y admiración por haber tenido el
lujo de vivir en directo una actuación individual tan brillante. El
natural de Almenara daba un golpe sobre la mesa, se aferraba a la
oportunidad que Nuno decidió brindarle cuando tuvo que escoger entre
él o Yoel -quizá la única decisión del santotomense que haya
generado pleno consenso entre la afición- y abría el debate sobre
si su titularidad era un mero torniquete a la espera de la
recuperación de Ryan, o si realmente aunaba suficientes cualidades
para que su apellido fuera el primero en aparecer en los onces del
Valencia.
Con
el pelo rapado y un caminar un tanto desgarbado, Jaume tiene más
pinta de desfasado de discoteca que de portero de élite, pero es
suficiente verle en acción en un par de partidos para desmontar esa
premisa. Con el 24 a la espalda y una combinación estrambótica de
colores en sus guantes, el gato de Almenara se ha ganado a base de
paradas, que en muchas ocasiones se han traducido en forma de puntos,
la titularidad en el conjunto de Nuno. Tras empezar la temporada como
cuarto portero, con pie y medio fuera del equipo y sin ningún bagaje
en primera división, nadie en su sano juicio -ni siquiera él- podía
imaginar que Jaume iba a ser el protagonista del cuento de hadas que
está viviendo ahora mismo. Las previsiones sobre su futuro eran muy
poco halagüeñas, y sin tener los abdominales de actor porno que
posee el australiano ni el carisma del parapenaltis internacional con
la pentacampeona del mundo, Domènech parecía que no iba a contar
siquiera con la oportunidad de demostrar su valía bajo palos, que al
fin y al cabo es realmente lo que cuenta en un cancerbero, ojo.
Aprovechó
el mal endémico de las lesiones que no dejan de hacer mella en los
arqueros valencianistas y sus guarismos se acercan a los que firmó
en su día Cañizares -desde hace 12 años, el Valencia no encajaba
tan pocos goles a estas alturas de Liga-, otro al que se le daba
mejor defender los intereses del Valencia sobre el verde que ahora
desde los platós. A día de hoy, la comparación entre ambos deriva
en una generosa hipérbole a favor de Jaume, pero con toda su carrera
deportiva por delante y con la determinación de alguien que en tres
años ha pasado de jugar en la tercera división malagueña (CD El
Palo) a custodiar el área de un equipo Champions, por sus manos, y
nunca mejor dicho, pasan las opciones de entrar en la historia del
Valencia. Grita, ordena y celebra cada parada con una intensidad que
es imposible que no contagie al resto de sus compañeros.
Personalidad arrolladora, espolea a la defensa como si llevara diez
años jugando en el primer equipo, tremendamente ágil -el apodo de
gato no es gratuito- y con buen dominio de las disputas aéreas. Y
todo eso gana partidos. Años de trabajo para demostrar sus
cualidades al más alto nivel, encandilar a la afición y a la prensa
y gestionar, de momento, a la perfección la manida afirmación que
reza que lo difícil no es llegar, sino mantenerse. Y quién sabe, si
prolonga en el tiempo su alto nivel de juego puede que Del Bosque le
llame para viajar a Francia e intentar proclamarse campeón de Europa
en el corazón de la ciudad recientemente batida por las olas del
terrorismo, porque a todos, siempre nos debería quedar París.
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