Los buenos y los malos

martes, junio 16, 2015

El mundo es tremendamente complejo — y creo no descubrir nada cuando afirmo esto —, una amalgama de hechos que se superponen entre sí, se contradicen, chocan unos con otros, generando en la sinergia tal potencia que nos supera por todos los costados. Es lógico que, ante tal situación, el ser humano busque una salida. Unos ríen, otros lloran, este se da a la bebida, ese abandona cualquier atisbo de esperanza y aquél decide abandonar hasta el pesimismo. Los hay incluso que se abandonan a dioses inventados — ¡de perdidos al río! —, en un intento desesperado por poner una pizca de cordura a toda esta majadería.
A día de hoy, en las nobles tierras de Valenciastán, estamos todos en esa tesitura. No queda ni una farola de la ciudad por hablar. Todos han jugado sus fichas a negro o a rojo, defendiendo aquí el salvorufetismo o allá el limnunismo (también conocido como mendesismo), creyendo que con sus apuestas decantan la balanza en favor de una de las opciones, la que suponen que es mejor para el club. Pero olvidan lo importante: la banca siempre gana.
Salvo y su equipo son los supervivientes de aquél día en que el valencianismo tomó la Bastilla, representantes de la resistencia blanquinegra ante todo intento de boicot a nuestro club; además, bajo las ordenes de Salvo, las decisiones tomadas han tenido una dirección ascendente en eficiencia, tanto en lo deportivo como en lo extradeportivo. Peter Lim, Lay Hoon, Kim Koh… ellos representan el cambio, lo nuevo, las posibilidades abiertas. Son los que realmente nos han sacado de la situación límite a la que estábamos abocados — recuerdo que, sin dinero, por mucho que Salvo y Aurelio Martínez se hubieran empeñado, habríamos tenido mal final —. Unos la defensa, otros el ataque. Y entre todos fueron artífices de este Valencia, más bueno o más malo, pero este Valencia. Pero el equilibrio se quebró. Como siempre.





¿Qué sabemos hasta ahora? Que nuestra holgura económica se encuentra en jaque por el Fair Play Financiero y que este verano tenemos que confeccionar un plantel pensando en Europa (Champions o Europa League, no vendamos la piel del oso antes de cazarlo), con algunas posiciones clave a reforzar. Y todo ello suponiendo que Otamendi sigue (cosa que creo y espero), que de no ser así, tendríamos delante más frentes abiertos. Es en este marco en el que se ha desatado la locura colectiva en la ciudad del Turia. ¿Por qué? Pues porque con un margen estrecho para maniobrar, se he hecho la extraña — y eso no es novedad por estos lares —. Además, parece que esta decisión ha desatado una lucha de poder al más puro estilo Game of Thrones en el seno del poder valencianí. Y siempre que hay bandos, hay alineados.
Sin embargo, ambos bandos no saben lo equivocados que están. Se necesitan mutuamente para poder avanzar y que este proyecto fructifique, de lo contrario, el centro de mando valencianí se convertirá de nuevo en el burdel de carretera que un día fue. Digo esto último por dos razones: la primera es que fue el propio Peter Lim el que convenció a Salvo para que aguantara en el cargo, la segunda es que no es realmente Peter el que toma las decisiones.
Si a Peter Lim le interesó retener a Salvo (y por ende a su equipo directivo), fue para evitar el desarraigo tan repentino de la directiva con su afición. Necesitaban a gente con la que la afición se sintiera identificada para dar la cara, con tal de facilitar la paulatina incursión de los singapurenses en el imaginario colectivo valencianí. Es por ello que no veo bien que, una vez se ha normalizado la situación, se les dé la patada, pues esto restaría toda la credibilidad a los singapurenses de un plumazo. Si se quedan Salvo y su equipo, debe ser de verdad (no en diferido), con cargos y decisiones que tomar y no simplemente con la función de ejecutar.
Por otro lado, es innegable la influencia que ejerce Mendes sobre Lim y Nuno. Puede que Mendes represente a buenos jugadores y tenga un gran instinto futbolístico, pero él está aquí para ganar dinero, no para dedicarse a la caridad. El representante luso es un buen contacto en las altas esferas, pero no debe pasar de eso, un contacto. Porque desde el momento en que dicta los fichajes, el Valencia deja de tener una planificación deportiva propia y pasa a ser un juguete más de Mendes.
Dispuestas de esta manera las fichas, el juego es mucho más complejo de lo que parece. Salvo, Rufete y compañía no tienen la posición de fuerza para exigir nada, pues no son ellos los que ponen el dinero; sin embargo, sus actos anteriores les avalan como gente fiable, además que cuentan a su favor con la conexión con la grada y el haberse quedado a petición del propietario. Peter Lim es quien dispone, pero su situación es menos fuerte de lo que cabría pensar, al haber necesitado de Salvo para su entrada en España y su contacto con la afición, además que su constante contacto con Mendes pone nerviosos a unos cuantos (entre los cuales me puedo incluir). En este marco se abre una batalla que no sabemos cómo acabará, pero que debe acabar por el bien del club.

Mientras tanto, y como siempre, la afición aturdida. Damos palos de ciego, pues la complejidad de la situación hace que ninguna posición sea la correcta. Ni el salvorufetismo ni el limnunismo, ambas son posiciones sesgadas que no tienen en cuenta muchos aspectos (tanto deportivos como extradeportivos) del club. Los argumentos de unos se apoyan en el otro bando y viceversa. Y si nosotros seguimos dándonos palos unos a otros, no perjudicamos a nadie más que al Valencia; y menos ahora que los lobos andan al acecho, con el colmillo afilado y oliendo sangre. Ni salvorufetistas ni limnunistas, recuerden que siempre gana la banca.

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