El día del juicio final
martes, diciembre 09, 2014
Comienza
a oírse el tañido de las campanas. El lúgubre sonido invade las calles y
callejones, entra por las ventanas de los edificios, por las chimeneas y por cualquier resquicio en los muros, provocando el despertar de los lugareños. Al levantar las persianas y abrir los ventanales, se respira un aire viciado. El ambiente es distinto al de ayer, está cargado de un nosequé que acaricia la piel de los insensatos lugareños que salen a sus balcones, les dificulta la respiración y provoca la aceleración de sus pulsaciones. La zozobra invade sus cuerpos inmediatamente y sus ojos ya no brillan por la alegría de un nuevo día, solo se enturbian y se vuelven impersonales. Llegó el día del juicio final. Conducidos por una fuerza superior y ajena a sus cuerpos, los lugareños ocupan las calles y avenidas, las plazas y parques de la apacible ciudad. No existe escondite posible para el acusado, su juicio será consumado por las tranquilas personas que de normal allí habitan. El cargo: hacerles pasar por auténtico algo que no lo era. El perjurio no está bien visto por los lugareños, y el acusado no solamente ha faltado a su juramento, sino que también niega la traición.
Nuno,
el acusado, se enfrenta en los próximos partidos a su particular “juicio
final”. Y razones para llevarle a litigio hay de sobra. Pero antes de juzgar,
pongamos en contexto la situación: el luso llegó aquí como un completo
desconocido. Muchos se pusieron en su contra incluso antes que pusiera un pie
en tierras valencianas. Su corto recorrido profesional en un equipo de bajo
perfil de la Primeira Liga portuguesa no era una gran carta de
presentación, aunque dos finales de copa en un mismo año con el Río Ave (ambas
perdidas) eran el argumento de los que le defendían como un entrenador válido
para un proyecto de Champions. La marcha por la puerta de atrás de Pizzi y su
cuerpo técnico tampoco ayudó a mejorar la primera impresión que nos causó Nuno,
que aterrizaba en medio de un fregao’ de los grandes: el proceso de
compra-venta del club.
La pretemporada y los primeros discursos del portugués comenzaron a generar adictos al nunismo, que ganaba masa social conforme iban pasando los días. Evidentemente, también jugó a su favor el que se relacionara directamente su proyecto con el proyecto de Lim, pues por algo el singapurense le escogió como mánager de su futuro equipo (en aquél momento). Los primeros partidos de Liga no hicieron más que confirmar y fortalecer esta tendencia. El equipo parecía preparado para competir con Barça, Madrid, Atlético y quién surgiese. La comunión entre afición y equipo era absoluta, y mientras tanto el nunismo ganaba peso dentro del valencianismo a una velocidad desbocada. La vorágine de puntos en la que entró el Valencia fue tal, que se pasaron por alto los detalles a pulir que tenía el equipo. Detalles que nos pudieron costar caro antes - como los partidos en Anoeta y Riazor -, pero que se solventaron sobre la marcha y nadie remarcó. El placer de estar peleando con los grandes, ensalzado por la retórica de Nuno y la nueva situación socio-económica del club, impedía poner máculas a un equipo inacabado. “No os quejéis, que estáis segundos”. Y así nos va.
Ya en
el Madrigal, estos detalles comenzaron a ser características del equipo.
Ganamos, sí, pero Nuno seguía sin corregir los desajustes del equipo. Pero, lo
que es más lastimoso: el técnico valencianista parecía ver siempre un partido
distinto a nosotros. Su discurso reflejaba un equipo que salía al campo a ganar
el partido y que, por causas externas, la victoria resultaba ajustada o, simplemente, no llegaba. La misma dinámica se pudo observar en los siguientes partidos. Ahora, tras cuatro partidos seguidos sin conocer la victoria en Liga, la afición comienza a creer necesario pasar a Nuno por el banquillo de los acusados. Puede que los valencianistas nos hayamos acostumbrado a que, por Navidades, nos traigan un entrenador nuevo; pero aunque este fuera el caso - cosa que no creo -, hay sobradas razones para juzgar al luso.
La imagen dada por el equipo en los últimos partidos no ha sido la esperada, ni ha estado al nivel de lo que se venía demostrando. No había intensidad, orden, ni ideas. La seriedad y disciplina en el campo parecían conceptos pasados de moda, algo de otro tiempo. La defensa es lo único que realmente ha funcionado y que nos ha salvado la papeleta más de una vez esta temporada, pero de ahí para arriba el equipo no estuvo debidamente articulado. Ni siquiera con los cambios - arma que todo buen entrenador debe saber utilizar estratégicamente - ha sido capaz el luso de cambiar esta tendencia anarquista del equipo. Pero me aventuraría a decir que no son estos malos resultados los que prenden la mecha, no son los que hacen que Nuno se encuentre hoy rodeado de dedos que le señalen, sino su cinismo. Tras la mala imagen dada por el equipo en diversas ocasiones ya, el discurso del portugués ha sido siempre el mismo: el equipo fue superior y mereció el partido. No reconoció fallos, no consideró cambios. Solo se dedicó a crear una especie de burbuja alrededor del equipo que les protegiera de críticas. Y cuando no hay autocrítica, no hay mejora.
La imagen dada por el equipo en los últimos partidos no ha sido la esperada, ni ha estado al nivel de lo que se venía demostrando. No había intensidad, orden, ni ideas. La seriedad y disciplina en el campo parecían conceptos pasados de moda, algo de otro tiempo. La defensa es lo único que realmente ha funcionado y que nos ha salvado la papeleta más de una vez esta temporada, pero de ahí para arriba el equipo no estuvo debidamente articulado. Ni siquiera con los cambios - arma que todo buen entrenador debe saber utilizar estratégicamente - ha sido capaz el luso de cambiar esta tendencia anarquista del equipo. Pero me aventuraría a decir que no son estos malos resultados los que prenden la mecha, no son los que hacen que Nuno se encuentre hoy rodeado de dedos que le señalen, sino su cinismo. Tras la mala imagen dada por el equipo en diversas ocasiones ya, el discurso del portugués ha sido siempre el mismo: el equipo fue superior y mereció el partido. No reconoció fallos, no consideró cambios. Solo se dedicó a crear una especie de burbuja alrededor del equipo que les protegiera de críticas. Y cuando no hay autocrítica, no hay mejora.
Con
todo, Nuno se ve hoy acorralado. Llega un punto en que la realidad no se puede
obviar más y los aficionados creen oportuno pasar examen al míster. Ya se sabe,
suenan campanas y el juicio final se acerca. Algo ha despertado entre la afición valencianista: al luso ya no le basta con la inercia y la retórica. Ahora se le vuelven a exigir hechos, pues con hechos – más resultados que hechos – conquistó a esta afición. Pero a partir de ahora, estos hechos deben ser analizados con lupa, no por mal del portugués, sino por bien del Valencia. Esperemos, por su continuidad y por el bien general, que cambien cosas en la dinámica de equipo del Valencia, o las próximas campanas en sonar probablemente serán las del término de las andanzas de Nuno por la capital del Turia.
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