El nunismo como fe

martes, enero 27, 2015



Quizá es una necesidad, que nuestra esencia nos lo exige como el respirar. Quizá algo innato, una cita ineludible con nuestros instintos — que nos guían más de lo que creemos entre los sinuosos caminos de este mundo. Puede que sea la continuación de una tradición ancestral, llegada a nuestros antecesores por medio de los primeros recaderos del mensaje del Ser Superior. «Inventáoslo como os venga en gana y adoradle como os salga de los coj**es», debieron transmitir aquellos mensajeros a los primeros chamanes sobre la faz de la Tierra. Acaso es una tara genética, que nos obliga a arrodillarnos ante un ser al que ponemos por sobre todos nosotros y al que suspiramos por rendir pleitesía.
Una cuestión de índole irracional que sirve como denominador común a miles y miles de años de historia de las sociedades humanas. A saber: la fe. Siglos de intenso debate entre los más ilustres filósofos de la historia han servido para aumentar el material existente respecto a este asunto aunque, sin embargo, no han aclarado nada al resto de los mortales. Una cosa es cierta: pocas civilizaciones se conocen — por no decir ninguna — que no adoraran a un ser superior, que no tuvieran una especie de “fe”. Y claro, desde entonces nos ha ido como nos ha ido. Como es costumbre en los artículos de futbol hablar sobre futbol, voy a tener que hablar de eso, futbol. Volantazo y derrape.
Así como cada civilización tiene un dios al que rendir culto y evocar en los momentos más delicados de su existencia, las aficiones de fútbol hacen lo mismo con algunos jugadores y/o entrenadores. Y si creéis que me equivoco, ahí está la foto de Roncero y cia con la ouija invocando al espíritu de Juanito. Quizá esto se pueda catalogar dentro del cajón de la estupidez y la fanfarronería, no del culto a un mito, pero cada afición tiene su forma de cuidar su historia y señorío. Dejando aparte nimiedades, en estas líneas no me voy a oponer a la mitificación de ciertos jugadores o entrenadores, porque muchos merecen que las leyendas hablen de sus gestas incluso de manera más épica de lo que fueron en realidad. Pero porque se lo ganaron. Sí, algunos merecen ser dioses en el Olimpo del deporte. Pero merecen serlo una vez ya ha acabado su carrera, no antes. Y es que a lo que sí me opondré en estas líneas es a mitificar a alguien en vida (profesional) por un hecho puntual, obviando cualquier error que pueda cometer después. Y para ello, me centraré en el caso concreto de Nuno.
Como es sabido (espero) por los eventuales lectores de este artículo, el nunismo se expandió al comienzo de la Liga, cuando el equipo ganaba los partidos por 3 goles de diferencia como rutina. Y claro, entre el éxtasis de la venta a Peter Lim y que el equipo parecía funcionar a pleno rendimiento, la doctrina del nunismo tuvo fácil aceptación entre una amplia mayoría de la afición. Todo ello a pesar que, nada más pisar el luso Manises, muchos saltaron de detrás de la mata al grito de: «¡Mendes ha colocado a un inexperto en el Valencia! ¡Que se repita el proceso de venta!». Pero tras arrancar “la mejor liga del mundo” — y sobre todo tras el partido ante el Atlético —, era evidente el apoyo social de la afición al luso. Todo era “fantáshtico”. Ahora bien, tras partidos como el del Villareal — ganando pero no convenciendo — y después de una racha en que el equipo parecía no levantar cabeza, falto de ganas y de ideas, la afición comenzó a mosquearse, pues el objetivo (los puestos Champions) se alejaba lenta pero decididamente.
En momentos de crisis, por ligera que sea, las desavenencias entre las personas se hacen más grandes, por insignificantes que parezcan. Esta pequeña crisis de resultados hizo que los nunistas se escoraran al fanatismo más integrista, mientras que los menos afines al luso se alejaran hasta alcanzar el ateísmo nunista. Ahí fue cuando algunos nos preguntamos: «¿Algún agnóstico en la sala?». Y es que lo que ocurrió fue que cada uno escogió un bando y se fue a guerrear, pero apenas hubo gente en una posición neutral, gente que analizara los resultados más allá de los parámetros asociados a cada lado de la contienda. Unos justificando; los otros, decapitando. No creo que la crítica a Nuno se base en hacer fuerza para que lo echen de Mestalla, y menos ahora que está bien sujeto al banquillo gracias a unos grilletes en forma de renovación. Tampoco creo que el apoyo a Nuno se base en justificar todos los errores que cometa ni engrandecer cada acierto, por trivial que sea. No, la mejor manera que tenemos de apoyar a Nuno y a la vez ser críticos con él es reconocerle por igual los fallos y los aciertos. Sólo mirando la balanza entre aciertos y fallos a final de temporada sabremos si lo ha hecho bien, regular o mal.
A título personal puedo decir que no soy nunista, y lo digo ahora que todo va bien para que no me llamen oportunista. Pero de la misma manera, tampoco soy antinunista — y también lo digo ahora que las cosas no van mal por la misma razón. Yo, por sobre todas las cosas, soy valencianista. Son los únicos colores que me permito llevar en el corazón. Es la única cuestión que no razono, que tan sólo siento. No permito que ninguna otra bandera interfiera con ese sentimiento, no permito que nada lo corrompa. Sólo después de su paso por el Valencia, sólo después de sus logros — que ojalá sean muchos en el club del Turia —, me posicionaré a favor o en contra de Nuno. Sólo en ese momento me declararé nunista o antinunista. Pero hasta entonces, sólo me puedo declarar aficionado incondicional del Valencia. 

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