El Valencia de la pólvora
martes, noviembre 25, 2014
Siempre se aduce que el mejor equipo es aquel que puede cambiar a cualquier jugador de su esquema inicial sin que se note, pues siempre tiene recambios suficientemente capaces de dar la talla. Esto puede parecer a muchos un hecho indudable, una verdad que se cumple siempre pero, bien mirado, esta dinámica solamente se puede instaurar en equipos con un once flexible. No voy a negar que mientras más jugadores buenos tenga un equipo, más posibilidades tendrá este de conseguir ganar partidos. Su abanico de armas es mayor y al rival le resulta más complejo trazar un plan de emboscada. Lo que sí que me gustaría poner en tela de juicio es la repercusión positiva y sistemática de este hecho en todos los equipos.
Puede que sea bueno tener cuanta más pólvora mejor, cuanto más músculo mejor, cuanto más cerebro mejor, cuantas más murallas mejor. Pero un banquillo cargado de TNT, a punto de detonar si no se le da salida de manera regular, es un arma de destrucción masiva - esta sí - para el funcionamiento del propio equipo. El entrenador actúa de jefe de pirotecnia y de desarmador de bombas a la vez. Trabaja con material altamente volátil y debe andar con tiento respecto a sus movimientos tácticos si no quiere que le estalle la bomba en la cara. Una situación similar viven año tras año los técnicos de Barcelona, Madrid y, recientemente, también el del Atleti.
Nosotros hemos entrado en ese selecto club esta temporada, pues los fichajes han elevado el nivel del equipo. La gente que a día de hoy está en el banquillo valencianí es la que, por nivel, años atrás hubiera sido capitán y buque insignia de un navío a la deriva. El caso más llamativo, a mi parecer, es el de Rodrigo De Paul. En la pretemporada demostró un muy buen nivel, y solo una injusta sanción de 4 jornadas le alejaría de los terrenos de juego. Después de cumplirla, a De Paul le ha costado mucho volver a entrar en los planes del míster. Tanto es así que todavía no ha jugado ningún partido de titular. Este caso concreto, pudiendo ser paradigmáticos también los casos de Orbán, Pereira, Zuculini o Cancelo, son reflejo de que el banquillo será el denominador común de muchos jugadores, sea cual sea su nivel, si el entrenador lo considera oportuno.
A este respecto es importante lo que se decía al inicio del artículo: la flexibilidad del once inicial. En los primeros partidos, Nuno fue inflexible. La alineación se repetía idénticamente jornada tras jornada, con contadas variaciones. Sonaron campanas de cambio para Feghouli, que no se encontraba cómodo en su rol de calienta-banquillo, pero su lenta incursión en las alineaciones iniciales han calmado al argelino. También resuenan las campanas para Zuculini, que apenas ha tenido oportunidades de insertarse en el equipo vía rendimiento en el campo. Y no sería de extrañar que comiencen a sonar más campanas si las jornadas siguen avanzando y el míster no incluye a más jugadores en la dinámica del equipo. En los últimos partidos se ha podido observar un cierto cambio en la inflexibilidad del portugués, aunque cierto es que debido a lesiones. También hay que tener en cuenta que el equipo solo disputa dos competiciones. Aun así, muchos jugadores están faltos de oportunidades sobre el verde, más allá de su rendimiento en los entrenamientos.
Tener una alineación más flexible no significa romper el bloque, no significa no tener claro quién será titular hasta que salgan las alineaciones; significa dar más oportunidades a ciertos jugadores - véase Orbán, que a pesar que Gayá está rindiendo a un nivel excelso, el chaval necesita descanso de vez en cuando -, significa poder amoldar la idea de juego del equipo a los 11 que estén en el campo, sin depender de individualidades, significa tener en cuenta más posibilidades que faciliten doblegar al rival. Significa poder lidiar con tanta pólvora.
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