351 kilómetros

miércoles, mayo 27, 2015

"Pasajeros al tren". Estoy nervioso, no se si es por el partido de mañana, no se si serán las ganas que tengo de volver a ver a mis amigos, no se si quizás es miedo a un hipotético accidente. Lo que se seguro es que esos nervios no los cambiaba por nada del mundo. Se que cuando llegue a la estación de Norte estará esperándome un fin de semana único para mí. 

Dejo atrás Sants Estació y me adentro en mi música hasta que lleguemos a Tarragona, esperando a que la buena gente de RENFE me proponga ver una película decente que se pueda ver sin fallos de señal y sin hacer malabarismos con los auriculares. Los nervios iban in crescendo a medida que el tren iba estacionando en todas las paradas que debía realizar.

Llego al Cabanyal, una barraca me avisaba de ello. Al tren le quedan 5 minutos para llegar a la estación. ¿Cómo se puede entrar a una ciudad tan hermosa por una zona tan extremadamente fea? Bajo del tren un poco mareado y cansado del viaje, ando los 50 metros más largos de la historia con permiso de Derek Redmond. Y me abrazo con un ángel caído, el cuál me abre las puertas del cielo. Ya estoy en casa.

La llamo casa porque siempre quise que lo fuera, porque siempre he dicho que donde esté Mestalla estará mi casa, por muy lejos que esté de ella. Desde el primer día que pisé el templo, aquel mágico día en el que todo era normal, Mista marcaba, a Marchena lo expulsaban y el Valencia ganaba. Pero para mí no era normal, era el día más feliz de mi vida. Con los ojos como platos vi aquella victoria contra el Osasuna. Un anciano que se sentaba al lado de mi padre y de mí, nos preguntó que si era mi primer partido en Mestalla con una sonrisa repleta de orgullo valencianista en sus mejillas. Bajé feliz de la mano de mi padre por esa especie de tobogán que nunca acababa mientras se oían los cánticos de los míos. Nunca fui tan feliz. Atesoro ese momento como mi mejor recuerdo hasta hoy, y creo que cualquier otro recuerdo será incapaz de luchar para arrebatarle el primer lugar.

Muchísimas veces me han preguntado que por qué soy del Valencia viviendo y habiendo nacido en Barcelona. Por qué esas ganas de sufrir, por qué ser de un equipo cualquiera si ser del Barça es lo mejor... Lo mejor para mí en esta vida es pisar Mestalla y que se me ponga la piel de gallina con tan solo sentarme en el asiento. Me llaman loco por ir a Valencia cada dos por tres. Yo les digo que lo mejor que tengo en esta vida está en Valencia. Y por eso quiero darle las gracias al Valencia Club de Fútbol, gracias por haber hecho posible que haya conocido a unas personas maravillosas a las que puedo llamar amigos, a las que puedo llamar familia. 

Porque no es solo fútbol.

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