Todos venimos de Salamanca

sábado, marzo 01, 2014


La semillita vino con aquel zurdazo de Mendieta en San Sebastián tras regatearse con la cintura la defensa al completo de la Real Sociedad. Pero el parto tendría lugar allí, en una Salamanca que vio a los suyos penetrar el área valencianista sin oposición de ningún tipo para ir anotando un gol tras otro hasta cosechar un 6-0 histórico. “Ah, el Burritooo”. Con aquel desdén lanzado en una incendiaria rueda de prensa Ranieri marcó las fronteras. Dicha tarde de Pascua supo de su inmolación al dejar al argentino, otra vez, fuera de la lista; al poner a Fernando de falso central ante una plaga de lesiones. El romano lo prefirió antes de tener que darle más chances a tipos infames como un Ariel Ortega que ya por entonces arrastraba problemas con el alcohol, unidos a altercados nocturnos, que en aquel entorno todavía decente eran asuntos que no incumbían a la opinión pública. Allí, entre toda esa marejada, entre todas esas puñaladas internas en un vestuario en transformación forzosa, nació el estilo, abriéndose con él un camino imparable. Allí, entre los pliegos de los 'coglioni' de la abuela de Ranieri se decidió empezar. Los jugadores finos dejaron de tener hueco. Fernando sería expulsado de malas formas de un grupo que había decidido sacar el cuchillo y ponérselo en la boca. El Burrito sería traspasado al Parma recuperando casi la totalidad de la inversión; los Angulo y Farinós, los Milla y los Björklund, hasta Swarz, fueron los cimientos de un proyecto redefinido con los suplentes de todo aquel falso glamour. En Salamanca nació el trabajo y la lucha, el germen de un VCF de esfuerzo y solidaridad decidido a acabar con la finura y los modos burgueses. Fue un proceso más tormentoso y duro de lo que suena; mucho más costoso. El 6-0 sólo fue la negra guinda a un pastel de sinsabores. La virtud de Ranieri fue sobrevivir a sus propios jugadores, ganarse el favor de la vertiente competitiva de un vestuario dividido y con esa alianza limpiarse al bando problemático. Pero hasta que llegó todo eso, en El Helmantico, tuvo que sufrir el último golpe de una idea mal parida. El propio Carboni, tan reverenciado desde entonces, sufrió su tercera expulsión en dos meses. Aquel lateral mascador de chicle no era el que vimos después. Era un veterano resabiado, con aires de pasotismo, luciendo una actitud que no casaba con la que le hizo tan querido por estas tierras. Hoy en día hubiera sido atacado por el entorno envilecido que predomina. Acusado de extranjero ladrón, y quién sabe si sentenciado al ostracismo. Aquella metamorfosis tuvo lugar por saber conjugar los elementos de los que se disponían; pero también por existir un entorno mucho más reducido que en la actualidad y mejor cuidador del producto con el que comerciaban. El match-ball fue en Anoeta, dejando el gol de San Mamés por el camino. Pero tras San Sebastián y Bilbao la parada final tenía que ser Salamanca. Donde vimos a Mendieta errar uno de los pocos penaltis que erró en toda su carrera; a un símbolo de un tiempo pasado como Fernando hundirse en el barro hasta desintegrarse de tanto bochorno, llevándose con él ese blanquecino VCF que representará siempre. Salamanca fue la alarma que avisó de una regresión, la curva en descenso tras una recuperación que se creyó sólida. Por eso aquel partido fue tan importante. Sin él, nada hubiera pasado. Sin Salamanca no se hubiera limpiado el vestuario, no se hubiera apostado por los Angulo o los Farinós, dejando en su sitio a los Ortega y a los Carioca. Por los campos de El Helmantico volvieron a desdibujarse unos jugadores que demostraron con el tiempo tener mucho más de lo que estaban demostrando. Aquella recaída fue un grito que avisaba de que debían ser escuchados los síntomas. Se llegó al partido tras golear 4-1 al Atlético, tras meterle un 6-1 al Racing con tres tantos de un emergente Cláudio López. Todo parecía marchar, pero todo volvió a pararse. Tras sumar sólo dos derrotas en doce partidos El Helmantico dejó como herencia dos triunfos en ocho jornadas, dejando la Intertoto como primer capitulo de una 98/99 que sería apoteósica. Salamanca sí fue una derrota útil, fue el Atila que despertó al VCF para hacerle sacar lo mejor de sí mismo y poder convertirse en la potencia en la que se convirtió. De haber ganado y seguido en buena racha alcanzando plaza europea –  sería una temporada después cuando la cuarta plaza empezaría otorgar el pase a la Champions –  probablemente se hubiera dado por bueno todo lo que demostró aquel 6-0 que debía ser cambiado. En Salamanca acabó todo para que todo volviera a empezar.

Autor: @Desmemoriats

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