Noventa malditos minutos
miércoles, abril 09, 2014
“¿Y por qué no?” Hace un par de días Jürgen Klopp se sentaba en la rueda
de prensa previa al partido de Champions League con un 3-0 en contra frente al
Real Madrid. “Las sorpresas se dan en el fútbol. Si jugamos con cojones todo es
posible”. Anoche, el antiguo Westfalenstadion
estuvo a punto de vivir una de las más grandes remontadas vividas en una noche
europea. Dos goles de Reus y la gracia de la diosa fortuna dejaron fuera de las
semifinales a los alemanes. Que si, que no sirvió de nada, que los que jugarán
el próximo partido serán los merengues. Pero ¿alguien se acuerda del 3-0 en el
Bernabéu? No. Nadie. Todo el mundo hablará de esa eliminatoria en la que casi
remonta el Borussia y no de aquella en la que hicieron el ridículo. A eso aspiro
mañana en Mestalla.
Aspiro a que el
Valencia salga mañana con los cojones de los hombres de Klopp, a que expriman a
los suizos hasta su último aliento, a que no paren de correr los noventa malditos
minutos, los mismos noventa malditos minutos que desperdiciaron en Basilea
arrastrándose por un terreno de juego a puerta cerrada, viendo como el
delantero estrella del rival se comía una hamburguesa a nuestra salud en la
grada. Aspiro a que, quedemos como quedemos, pueda llegar a casa y decirle a mi
padre que los once jugadores que tienen el grandísimo honor de portar un
murciélago en su pecho han honrado hasta el último bordado de su camiseta. Esa
camiseta que pese a haber perdido 3-0 ha aumentado sus ventas en la última
semana y ha formado colas en las taquillas de Mestalla de mentes soñando
despiertas, creyendo en el milagro cuando ya no hay razones para creer. Aspiro
a que al terminar el partido no tenga que aguantar excusas inexcusables, disculpas
vacías o discursos salidos de realidades paralelas. No quiero que me digan que
no han podido, quiero que se les entrecorte la respiración mientras intentan
decirme que se han dejado las piernas en el verde. Por honor, por historia, por
respeto a una afición que llenará un esqueleto de hormigón que cobrará vida
durante esos noventa malditos minutos.
Y ahí quién me dice que
nadie ha remontado un 3-0 en contra en Europa. Mire, las estadísticas están
para romperlas. Y que este equipo no tiene alma, ni capacidad de sacrificio,
que vamos novenos en Liga, que nos remontó el Getafe, y el Almería, que no
fuimos capaces de meter un gol en Zorrilla, ni en el campo del Rayo, que
estamos a casi 40 puntos del líder de la liga, que a saber a quién nos vende,
que nos vamos a la ruina, y sesenta millones de argumentos negativos que me
puedas echar en cara para intentar convencerme de que pensar en la remontada es
algo imposible. Solo tengo una cosa que decirles: me hace falta un único motivo
para seguir animando, y es que quedan noventa malditos minutos por delante. De
sufrimiento, de pasarlo mal, de quedarme sin uñas, y sin garganta. Nadie dijo
que fuera fácil. Si quisiera las cosas fáciles me compraría una bufanda del
Real Madrid y me iría al Bernabéu a ver como mi colección de cromos le mete 8
al colista de la Liga. Si quisiera las cosas fáciles me quedaría en casita
poniendo verde al equipo antes de que empiecen esos noventa malditos minutos. Ah,
y por supuesto, si quisiera las cosas fáciles me subiría al carro de decir “Amunt
València” cuando ya hayan metido el tercero mientras busco un stream de
internet con el que ver una remontada en la que nunca había creído.
Sinceramente, mi “yo”
racional no hace más que subrayar la palabra “imposible” en mi particular
diccionario mental, pero mi “yo” pasional me arrastra de la bufanda hasta la
grada, y yo siempre he pecado de ser un sentimentalista. Lo normal es que no
pasemos, pero desde cuando en Valencia hemos sido normales. Capaces de lo mejor
y de lo peor. De remontar en el Camp Nou y de salir vapuleados del Villamarin. A
eso aspiro yo, a que terminen estos noventa malditos minutos y pueda levantarme
a ovacionar como once jugadores han restaurado el honor de mi escudo. Yo que tú
no me lo perdería.
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